Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

23F


El negociado del ying y el yang, Eduardo Menodoza
-¿Los del segundo tienen chacha?
-No. La que canta es Mariona.
-¿No se había casado?
-Se separó hace un año y ha vuelto con sus padres.
-Pues no tiene edad para andar cantando estas piezas de museo.
-Eso díselo a ella.
A mí la copla me irritaba porque atribuía a claudicación el recuento florido de tantas penas de amores. Pero ya he dicho que, en aquella época de transición, cuando parecía que por fin nos habíamos vuelto adultos, todos nos sentíamos un poco abandonados y quien más, quien menos, todos nos refugiábamos en una forma u otra de nostalgia.
Mientras tanto, la política seguía su curso. En febrero un conato de golpe de Estado encabezado por un puñado de militares nos dio un buen susto. Por fortuna duró poco y sirvió para convencer a todos los españoles de que no había vuelta atrás en el camino emprendido. También sirvió para dejar constancia de que Franco había muerto, para bien y para mal. Durante sus largos años en la jefatura del Estado había acumulado tanto poder que los españoles acabamos creyendo que todo cuanto ocurría en el país se debía única y exclusivamente a su voluntad. Ahora, después del fracasado golpe de Estado y la subsiguiente convicción general de que el poder estaba en manos del pueblo, tuvimos que aceptar el hecho incómodo de que la marcha del país dependía de fuerzas muy diversas, entre las cuales figuraban en lugar destacado nuestras propias decisiones. Aquel convencimiento y un gobierno anodino sumieron al país en una especie de atonía que a mí, personalmente, no me venía mal.

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