Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

DUNCAN GRANT

Momentos de vida, V Woolf, p. 251
Y en cierto momento comenzamos a tratar a una figura con aspecto de fauno, que siempre estaba subiéndose las ropas, parpadeando y tartamudeando de extraña manera cuando, en el curso de sus frases, tenía que pronunciar una palabra larga. Uno o dos años antes, Adrian y yo estábamos ante un cuadro dorado y negro, en el Louvre, cuando una voz dijo: "¿Es usted Adrian Stephen? Yo soy Duncan Grant." Ahora, Duncan comenzó a frecuentar el escenario de Bloomsbury. No sé cómo vivía. No tenía ni un céntimo. El tío Trevor aseguraba que estaba loco. Vivía en un estudio en Fitzroy Square, con una borracha mujer de la limpieza, llamada Filmer, y con un clérigo que asustaba a las muchachas en la calle haciéndoles muecas. Duncan era excelente amigo de Jos dos. Sus amigos le proporcionaban prendas de vestir, que siempre mostraban tendencia a deslizarse hacia el suelo.  Nos pedía prestadas piezas de porcelana para pintarlas y los viejos pantalones de mi padre para ir a fiestas y reuniones. Rompía la porcelana, y dejó los pantalones destrozados al saltar al Cam para rescatar a un niño a quien la amarra de la barca de Walter Lamb, la "Aholibah", arrastró a las aguas del río. Nuestra cocinera, Sophie, le llamaba "ese señor Grant", y se quejaba de que, una vez más, Duncan, comportándose como una rata, le había quitado cosas de la despensa. Pero al fin Sophie quedó conquistada por el encanto de Grant. Parecía que la brisa impulsara a Grant, vagamente, de un lado para otro, pero Grant aterrizaba siempre, con exactitud, en el lugar que quería.

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