Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

TOLSTOI

4 3 2 1, de Paul Auster, p. 39
Entre ellos Suave es la noche, La casa de la alegría, Moll Flanders, La feria de las vanidades, Cumbres borrascosas, Madame Bovary, La cartuja de Parma, Primer amor, Dublineses, Luz de agosto, David Copperfield, Middlemarch, Washington Square, La letra escarlata, Calle Mayor, Jane Eyre y muchos más, pero de todos los autores que descubrió durante su confinamiento fue Tolstói el que más le dijo, el colosal Tolstói, que entendía la vida toda, pensaba Rose, todo lo que había que saber sobre el corazón humano y la mente humana, con independencia de a quién perteneciera el corazón o la mente, a un hombre o a una mujer, y cómo era posible, se preguntaba, que un hombre supiera lo que Tolstói sabía de las mujeres, no tenía sentido que  un hombre pudiera ser todos los hombres y todas las mujeres, y por tanto caminó con paso firme a lo largo de casi todo lo que Tolstói había escrito, no sólo las grandes novelas como Guerra y paz, Ana Karénina y Resurrección, sino también las obras breves, las novelas cortas y los relatos, ninguno de ellos más impactante para ella que Felicidad conyugal, la historia en cien páginas de una joven recién casada y su gradual desilusión, una obra que le llegó a lo más hondo y la hizo llorar al final, y cuando Stanley volvió a casa por la noche se alarmó al verla en tal estado, porque a pesar de que había terminado de leerla a las tres de la tarde seguía teniendo los ojos húmedos de lágrimas.

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