Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

AMORES

4 3 2 1 de Paul Auster, p. 296
Esto fue lo que ocurrió. Primero: Todos los presentes estaban sentados o de pie en el salón, comiendo y bebiendo, manteniendo conversaciones cruzadas entre parejas y grupos. Ferguson vio a Jim de pie en un rincón junto a la ventana delantera hablando con su padre, se abrió paso hasta aquel rincón y le pregunto a Jim si podía hablar con él a solas. Jim dijo que sí y ambos recorrieron el pasillo Y pasaron a la habitación de Ferguson, donde, sin más preámbulos ni  previo aviso de ninguna especie, Ferguson lo rodeó con
los brazos Y le dijo que lo quería, que lo quería más que a nada, en el mundo, lo quería tanto que estaría dispuesto a dar la vida por él, y antes de que pudiera reaccionar, Ferguson, que ahora medía uno ochenta y dos, cubrió de numerosos besos el rostro de Jim, que tenía una estatura de un metro ochenta y cuatro. El bueno de Jim no se enfadó ni se escandalizó. Supuso que Ferguson estaba borracho o gravemente alterado, de modo que envolvió en sus brazos a su primo más joven, lo apretó en un largo y ferviente abrazo y dijo: Yo también te quiero,  Archie. Somos amigos para toda la vida. Segundo: Media hora después, todos los presentes seguían de pie o sentados en el salón, comiendo y bebiendo, manteniendo conversaciones cruzadas entre parejas y grupos. Ferguson vio a Amy de pie en un rincón junto a la ventana delantera hablando con su prima Ella, se abrió paso hasta allí y preguntó a Amy si podía hablar un momento con ella a solas. Amy dijo que sí y ambos recorrieron el pasillo y pasaron a la habitación de Ferguson, donde, sin más preámbulos m previo aviso de  ninguna especie, Ferguson echó los brazos en torno a Amy Y le dijo que la quería, que la quería más que a nada en el mundo, la quería tanto que estaría dispuesto a dar la vida por ella, y antes de que Amy pudiera reaccionar, Ferguson la besó en los labios, y Amy, que ya conocía la boca de Ferguson por los muchos besos que le había dado en los pasados días de su aventura pubescente, abrió la suya y dejó que Ferguson le lanzara la lengua en picado, y al poco Amy abrazó a su primo y ambos se desplomaron en la cama, donde metió la mano bajo la falda y empezó a subírsela entre las piernas enfundadas en medias mientras Amy hurgaba en los pantalones de Ferguson y le cogía el pene endurecido, y cuando se hubieron satisfecho mutuamente Amy sonrió a Ferguson y dijo: Qué bien ha estado esto, Archie. Lo necesitábamos desde hacía mucho.

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