Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

AL FIN ESA COSA DISTINGUIDA

De El viajero más lento, de Enrique Vila-Matas, p.51-52
   El final de las vacaciones, que no de la vida, le llegó un mal día de agosto en forma de ataque de hemiplejía que iba a dejarle sentado veinte años en una silla de ruedas. Aunque conservó enteras su lucidez y su memoria, cayó en una confusión total del lenguaje, carente (desde que le abatiera el ataque) de organización sintáctica, reducido a sustantivos o a infinitivos aislados, reducido a un mutismo tan inquietante como su tendencia a partir de entonces a leer (dicen que con los ojos fijos en términos que acaso para él eran ya profundos enigmas) grandes diccionarios. A lo largo de esos veinte años, sus amigos siguieron visitándole y, aunque él sólo pronunciaba de vez en cuando algún que otro infinitivo o sustantivo aislado, resultaba evidente que seguía reconociéndoles a todos y que era muy consciente del estado en el que se encontraba. Y una tarde, rodeado de algunos íntimos, pronunció (después de años de mutismo y ante la sorpresa general) una frase, literariamente patética.
   -Bonsoir les choses d'ici bas - dijo.
   Palabras intraducibles ya que, como ha observado Héctor Bianciotti en el cuento que le inspirara Larbaud, en bonsoir hay crepúsculo, el día que se acaba, en vez de noche, y una leve ironía la colora al referirse a las cosas de aquí abajo, es decir, de este mundo. Sustituirla por adiós alteraría el delicado matiz. 
   Y cuentan que repitió la frase varias veces, siempre conteniendo su risa, sin duda para mostrar que no se engañaba, que sabía que la frase no significaba nada, acaso para comentar la vanidad de toda empresa.

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