De La Orden del Finegans, p. 75-76
Es por la densidad de juegos de palabras, que hacen de él un objeto sonoro grato al oído, pero está erizado de dificultades. Finnegans Wake se boicotea a sí mismo y al lector. Sobre una sintaxis y un léxico ebrios e híbridos, cuajado de neologismos, el inglés que cementa el curso de la prosa da prioridad a enigmas, charadas, anfibologías, anagramas y estratagemas que buscan de manera consistente provocar un efecto cómico. Por otra parte, hay una voluntad constante por acentuar el tratamiento musical de las palabras. La prosa está perennemente impregnada de musicalidad.
¿Es cierto que Anasthasius lo está traduciendo?
Eso dicen. No sé cómo se las piensa arreglar. Ni siquiera está claro en qué lengua está escrito. Hay extensos fragmentos en danés, noruego, lituano, checo, ucraniano, albanés, armenio, swahili, maorí, catalán, portugués, neerlandés o castellano, así hasta un total de más de 70 idiomas que modifican el sustrato básico del texto. La danza de los sonidos ahoga el surgimiento de un significado definido. Finnegans Wake tiene tanto de novela como de enciclopedia, diccionario, libro de salmos y Biblia políglota y alóglota. Como enciclopedia, el texto es una compilación de innumerables culturas, con tres núcleos concéntricos: la cultura occidental, la anglosajona, y en el centro, la irlandesa. En Finnegans Wake se encuentra de todo, incluidas cosas que son posteriores a la muerte del autor. Un hallazgo fascinante es el quark, una partícula subatómica, pero hay otros. Se pueden consultar estudios rigurosos que permiten constatar que entre los juegos de palabras del texto se encuentran la fórmula de la bomba de hidrógeno o la estructura molecular de la doble hélice del ADN. Finnegans Wake es un libro coral, que es mejor leer en voz alta, preferiblemente en grupo.
¡Qué grandes estamos esta mañana!, exclamaron a coro los asistentes, propiciando un brindis que caldeó los ánimos.
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