-¿Hay algo de verdad en el rumor de que está usted pensando abandonar para siempre Montreaux'
-Bueno, hay un rumor de que tarde o temprano todos los que viven ahora en Montreux lo abandonarán para siempre.
VN en respuesta a una pregunta de Simona Morini. Opiniones contundentes, p.171
Te quiero más que a la salvación de mi alma
JAMESIANA 11
Aunque parezca mentira este es un cuadro pintado por John Singer Sargent del insigne HJ de joven. La verdad es que está desconocido y muy raro; su mirada esconde una cierta inteligencia suave, pero su poder no brilla ni su frente deslumbra.
Desde luego que, si no nos dicen que es el gran escritor, no lo reconoceríamos.
FRASE DE LA SEMANA
"En la aparición de la masa acontece un fenómeno tan enigmático como universal: irrumpe súbitamente allí donde antes no existía nada. Puede que algunas personas se agrupen, cinco, diez, doce, no más. Nada se habia anunciado, nada se esperaba. Más, de repente, todo está repleto de gente"
Elías Canetti, Masa y poder
Elías Canetti, Masa y poder
JAMESIANA 10
RODRIGO FRESAN HABLA DE HJ Y DE PASO, DE S.KING
"Trabajamos en la oscuridad, hacemos lo que podemos y damos lo que poseemos. Nuestra duda es nuestra pasión y nuestra pasión es nuestra tarea. El resto es la locura del arte", apuntó Henry James refiriéndose a la metodología de su oficio en La edad madura, uno de sus muchos relatos de/con/sobre escritores.
Y es posible que, después de James, el narrador norteamericano que más se ha dedicado a inspeccionar las zonas peligrosas en las vidas de cuentistas y novelistas y lectores sea el terrorista Stephen King. Ahí están La mitad oscura, Misery y esa gran novela americana que es El resplandor, por citar unos pocos títulos de este hombre prolífico e inquietante por más de un motivo.
[…]
Pero tal vez ésta sea una buena noticia, quizá de eso se trate. Después de todo, cada uno de los grandes miedos sobrenaturales de King estuvieron siempre firmemente plantados en temores palpables y en cosas en las que todos creemos porque existen y aquí están. Tal vez lo que ocurra es que este gran escritor de terror -King escribió La historia de Lisey luego de una neumonía que casi termina con él y ya ha anunciado otra novela, Duma Key, protagonizada por un hombre que pierde un brazo pero no deja de sentirlo- haya comprendido, en su jamesiana edad madura, que nada causa más temor que este mundo en el que nacemos y morimos y, entre un extremo y otro, temblamos. Mucho. Trabajando y viviendo y haciendo lo que podemos. En la oscuridad. El resto... ya saben.
"Trabajamos en la oscuridad, hacemos lo que podemos y damos lo que poseemos. Nuestra duda es nuestra pasión y nuestra pasión es nuestra tarea. El resto es la locura del arte", apuntó Henry James refiriéndose a la metodología de su oficio en La edad madura, uno de sus muchos relatos de/con/sobre escritores.
Y es posible que, después de James, el narrador norteamericano que más se ha dedicado a inspeccionar las zonas peligrosas en las vidas de cuentistas y novelistas y lectores sea el terrorista Stephen King. Ahí están La mitad oscura, Misery y esa gran novela americana que es El resplandor, por citar unos pocos títulos de este hombre prolífico e inquietante por más de un motivo.
[…]
Pero tal vez ésta sea una buena noticia, quizá de eso se trate. Después de todo, cada uno de los grandes miedos sobrenaturales de King estuvieron siempre firmemente plantados en temores palpables y en cosas en las que todos creemos porque existen y aquí están. Tal vez lo que ocurra es que este gran escritor de terror -King escribió La historia de Lisey luego de una neumonía que casi termina con él y ya ha anunciado otra novela, Duma Key, protagonizada por un hombre que pierde un brazo pero no deja de sentirlo- haya comprendido, en su jamesiana edad madura, que nada causa más temor que este mundo en el que nacemos y morimos y, entre un extremo y otro, temblamos. Mucho. Trabajando y viviendo y haciendo lo que podemos. En la oscuridad. El resto... ya saben.
FRESA DE LA SEMANA
"Todos los españoles tendrán derecho a fracasar"
Juan Benet
(Proyecto para una Constitución. Artículo Único)
Juan Benet
(Proyecto para una Constitución. Artículo Único)
FRASE DE LA SEMANA
“El arte no es nunca simple. Para volver a mis épocas de enseñanza: automáticamente ponía malas notas cuando los estudiantes empleaban esa frase espantosa “llano y simple”… “Flaubert escribe siempre en un estilo simple y llano”… Bajo la impresión de que ese era el mayor elogio que puede hacerse a la prosa o a la poesía. Cuando tachaba la frase, cosa que hacía con el lápiz tan cargado de ira que rompía el papel, el estudiante se quejaba diciendo que eso era lo que los profesores siempre le habían enseñado: “El arte es simple. El arte es llano”. Algún día tendré que determinar cuáles son los orígenes de esa absurda vulgaridad. ¿Una maestrita de Ohio? ¿ Un asno progresista de Nueva Cork? Porque desde luego que el arte, en su máxima expresión, es fantásticamente engañoso y complejo.”
VLADIMIR NABOKOV: OPINIONES CONTUNDENTES
VLADIMIR NABOKOV: OPINIONES CONTUNDENTES
FRASE DE LA SEMANA
A primera impresión se trataba de un río en ciernes, enigmático, furtivo y avaro y dominado, en su curso alto, por su aversión a las vegas y un montaraz pudor que le impedía dejarse ver por los ojos del hombre. Pero apenas llevaba agua, ni siquiera en los días de lluvias torrenciales. Sin duda conoció, durante la regresión terciaria, épocas de grandeza de la que al menos había podido heredar un nombre de alcurnia fluvial; pero el que un día fue uno de los señores del desagüe meridional de la cordillera había de perder hasta el apellido, traicionado y arrinconado por su gemelo occidental, fosilizado en sus tortuosos y estrangulados meandros, los profundos cortados en la caliza y las calladas muestras de su pasada y violenta erosión.
Desde el aire el valle semeja un retorcido, corrugado, oxidado y podrido tubo de escape, salpicado de escamas y lentejuelas brillantes, empalmado a esa acelerada sierra cuya frente limpia y casi incolora asoma por encima de su inseparable y postizo penacho de nubes.
JUAN BENET: SAUL ANTE SAMUEL
Desde el aire el valle semeja un retorcido, corrugado, oxidado y podrido tubo de escape, salpicado de escamas y lentejuelas brillantes, empalmado a esa acelerada sierra cuya frente limpia y casi incolora asoma por encima de su inseparable y postizo penacho de nubes.
JUAN BENET: SAUL ANTE SAMUEL
JAMESIANA 9
JOSEPH CONRAD
La tendencia que hoy por lo general estamos habituados a ver premiada es la que menos elabora; de modo que el autor de Chance, en esta muestra, reúne toda suerte de méritos. Reúne al menos dos: el coraje de invertir absolutamente el procedimiento más acreditado, y, aparte, entendemos, el de cumplir la maniobra saludando con el aplauso. Actualmente, no es frecuente que una construcción depurada reciba los aplausos, pero Mr. Conrad ha conseguido que la suya logre ese milagro. .., salvo, por cierto, en la medida en que el milagro ha sido una cosa y el éxito otra.[…]
El procedimiento ha sido, en la medida en que tres palabras pueden aquí ser útiles, el de multiplicar sus creadores, o, como nos gusta decir ahora, sus narradores, haciéndolos casi más numerosos y muy categóricamente más esenciales que las criaturas y la narración misma, en las cuales, por la ley general de la literatura de ficción, esperamos que se pierdan tales agentes. Es ley general de la literatura de ficción que demos por sentado un autor primero, y tanto lo damos por sentado, que vamos olvidando a medida que va obrando sobre nosotros, y en realidad obra más sobre nosotros haciendo que lo olvidemos.
El primer cuidado de Mr.C, por el contrario, es colocar o establecer expresamente un recitador, una primera persona singular claramente responsable interpuesta, en posesión de fuentes infinitas de información, quien inmediatamente procede a establecer otro, con el propósito de que este otro vuelva a cumplir con la práctica, y de que aun en ese puente que lleva hasta la criatura o, con otras palabras, hasta la situación o el asunto, la cosa “contada” pueda, si se le ocurre una y otra vez más deleitarse en un corte. Resulta fácil ver lo heroico que llega a ser emprender una fusión eficaz en tales condiciones, fusión entre lo que hemos de saber y ese prodigio de que sepamos que siempre es la mitad de la belleza de la atmósfera de autenticidad; desde el momento que los relatores se van multiplicando, así el tono d cada uno, especialmente tal como lo “transmite” su recurso en la serie, se convierte para el primero de todos los poetas en un problema enorme, pues esos tonos circunferenciales no sólo tienen que ser notas individualmente separadas, sino que tiene que mantenerse tan distintos de los otros , del central, de las numerosas y diversas voces de los agentes propiamente tales, de los que expresan la acción misma y en quienes reside la objetividad. […]
Chance es un ejemplo de objetividad, la más preciada de las metas, no sólo amenazada sino decididamente comprometida; por lo cual nos hallamos en presencia de algo de lo más extraño, una falta general y difusa de autenticidad que un número excesivo de lectores corrientes (puesto que siempre se requiere ésta y éstos para explicar alentadoramente las “ediciones”) no sólo ha perdonado, sino que ha alabado enfáticamente. Unicamente pueden haberlo hecho seducidos por algún otro tipo de autenticidad, sin duda, que les parece igualmente si no más admirable, que con la mano izquierda devuelve lo que la derecha ha quitado, por más que lo haya hecho con una gracia disimulada. Lo que la mano izquierda de Mr.C devuelve entonces es simplemente a Mr.C mismo. […]
MR.HJ
La tendencia que hoy por lo general estamos habituados a ver premiada es la que menos elabora; de modo que el autor de Chance, en esta muestra, reúne toda suerte de méritos. Reúne al menos dos: el coraje de invertir absolutamente el procedimiento más acreditado, y, aparte, entendemos, el de cumplir la maniobra saludando con el aplauso. Actualmente, no es frecuente que una construcción depurada reciba los aplausos, pero Mr. Conrad ha conseguido que la suya logre ese milagro. .., salvo, por cierto, en la medida en que el milagro ha sido una cosa y el éxito otra.[…]
El procedimiento ha sido, en la medida en que tres palabras pueden aquí ser útiles, el de multiplicar sus creadores, o, como nos gusta decir ahora, sus narradores, haciéndolos casi más numerosos y muy categóricamente más esenciales que las criaturas y la narración misma, en las cuales, por la ley general de la literatura de ficción, esperamos que se pierdan tales agentes. Es ley general de la literatura de ficción que demos por sentado un autor primero, y tanto lo damos por sentado, que vamos olvidando a medida que va obrando sobre nosotros, y en realidad obra más sobre nosotros haciendo que lo olvidemos.
El primer cuidado de Mr.C, por el contrario, es colocar o establecer expresamente un recitador, una primera persona singular claramente responsable interpuesta, en posesión de fuentes infinitas de información, quien inmediatamente procede a establecer otro, con el propósito de que este otro vuelva a cumplir con la práctica, y de que aun en ese puente que lleva hasta la criatura o, con otras palabras, hasta la situación o el asunto, la cosa “contada” pueda, si se le ocurre una y otra vez más deleitarse en un corte. Resulta fácil ver lo heroico que llega a ser emprender una fusión eficaz en tales condiciones, fusión entre lo que hemos de saber y ese prodigio de que sepamos que siempre es la mitad de la belleza de la atmósfera de autenticidad; desde el momento que los relatores se van multiplicando, así el tono d cada uno, especialmente tal como lo “transmite” su recurso en la serie, se convierte para el primero de todos los poetas en un problema enorme, pues esos tonos circunferenciales no sólo tienen que ser notas individualmente separadas, sino que tiene que mantenerse tan distintos de los otros , del central, de las numerosas y diversas voces de los agentes propiamente tales, de los que expresan la acción misma y en quienes reside la objetividad. […]
Chance es un ejemplo de objetividad, la más preciada de las metas, no sólo amenazada sino decididamente comprometida; por lo cual nos hallamos en presencia de algo de lo más extraño, una falta general y difusa de autenticidad que un número excesivo de lectores corrientes (puesto que siempre se requiere ésta y éstos para explicar alentadoramente las “ediciones”) no sólo ha perdonado, sino que ha alabado enfáticamente. Unicamente pueden haberlo hecho seducidos por algún otro tipo de autenticidad, sin duda, que les parece igualmente si no más admirable, que con la mano izquierda devuelve lo que la derecha ha quitado, por más que lo haya hecho con una gracia disimulada. Lo que la mano izquierda de Mr.C devuelve entonces es simplemente a Mr.C mismo. […]
MR.HJ
JAMESIANA 8
HENRY JAMES. Una apreciación (1905)
La facultad crítica vacila ante la magnitud de la obra de Mr. HJ. Sus libros están en mis estantes en un lugar cuya accesibilidad proclama el hábito de comunión frecuente. Pero, no todos. No hay edición alguna de “Obras completas” como muchas de las que vemos en el mercado en honor de nuestros maestros. […]
No sé en qué clase de tinta moja su pluma Mr. HJ; por cierto que últimamente he oído que dicta. Pero sé que su mente está impregnada de las aguas que manan de la fuente de la juventud intelectual. El hecho, un privilegio, un milagro, como se quiera llamar, no queda del todo oculto a los más ruines de nosotros, que leemos apresuradamente. Para quienes tienen la gracia de guardar calma es manifiesto. Tras unos veinte años de relación atenta con la obra de Mr.HJ se alcanza la convicción absoluta de que, al margen todo sentimiento personal, aporta a la existencia artística de uno un sentido de felicidad. […]
Cuando el último acueducto se haya deshecho en pedazos, cuando se haya rendido al suelo la postrera de las naves aéreas y se haya marchitado sobre la Tierra moribunda la más duradera de las briznas de hierba, el hombre, indomable por su entreno en la resistencia a la miseria y al dolor, contrataré esa indisminuida luz de sus ojos contra el débil fulgor del Sol. La facultad artística, de la que cada uno de nosotros posee un minúsculo grano, puede hallar su voz en algún individuo de este grupo postrero, dotado de poder de expresión y valor suficientes para, conforme a su carácter, interpretar en términos artísticos la experiencia última de la humanidad. No quiero decir con ello que trate de aligerar los últimos instantes de la misma con un ingenioso relato. Sería esperar demasiado… de la humanidad. […]
Quizás las victorias no sean tan estériles como puedan parecerlo desde un punto de vista puramente estratégico y utilitario. Mr. HJ parece sustentar esta opinión. Nadie mejor que él ha reflejado la tenacidad de ánimo no ha sabido tender la túnica de honor espiritual sobre la exhausta forma del vencedor en una pugna inútil. Y el honro es siempre bien ganado; porque las luchas que Mr. HJ describe con perspicacia tan sutil como directa, aunque personales y desesperadas en su silencio, no son menos heroicas (en sentido moderno) por la ausencia de santoiseñas en grito, batir de armas y clamor de trompetas. Son aventuras en las que sólo las almas selectas vense jamás envueltas. Y Mr.HJ las registra, con impertérrita e insistente fidelidad a las péripéties del combate y a los sentimientos de los contendientes. […]
En uno de sus estudios críticos, publicado hará unos quince años, Mr. HJ reclama para el novelista el rango del historiador, como para sí mismo y ante su auditorio. No creo que tal reivindicación pueda ser contestada, y sí que esta posición suya es inexpugnable. La ficción es historia, historia humana, o no es nada. Pero es también algo más; asienta sobre terreno más sólido por basarse en la realidad de las formas y en las observaciones de fenómenos sociales, mientras que la historia se basa en documentos y en la lectura de letra impresa, cuando no manuscrita y ofrecida luego en impresión de segunda mano. Con todo, ignorémoslo. Un historiador puede ser también un artista; y un novelista, historiador, conservador, celador, expositor de la experiencia humana. Como cuadra a un hombre de su linaje y tradición. Mr.HJ es el historiador de las conciencias refinadas. […]
Con todo, en la veracidad de su arte se hace siempre sentir; está ahí, envuelve la escena, se cierne en todo instante sobre ella. Resulta visible, tangible, en los conflictos, en la pugna que sostienen las conciencias más claras, en el sofisma de sus errores. Porque una conciencia buena es naturalmente virtuosa. Lo que resulta propio en ella es precisamente su bondad, el prevalerte sentido de la rectitud intangible, pero presente. Y se hace más visible en su triunfo último, en su abandono de lo milagroso a través de un vigoroso acto de renuncia. Vigoroso, no violento; la distinción es enorme, manifiesta como la que media entre sustancia y espejismo.[ …]
Puede que el único deseo verdadero de la Humanidad, revelado así a la luz de sus horas de ocio, sea el alcanzar el reposo. Esto no se logra con las novelas de Mr.HJ. Sus libros terminan como lo hace un episodio de la vida. Queda uno con la sensación que ésta continúa; hasta la sutil presencia de los muertos es sentida en ese silencio que cae sobre las creaciones de los artistas cuando la última palabra ha sido leída. Es eminentemente satisfactoria, pero no final. Mr.HJ, gran artista e historiador fiel, jamás intenta lo imposible.
MR.JC
La facultad crítica vacila ante la magnitud de la obra de Mr. HJ. Sus libros están en mis estantes en un lugar cuya accesibilidad proclama el hábito de comunión frecuente. Pero, no todos. No hay edición alguna de “Obras completas” como muchas de las que vemos en el mercado en honor de nuestros maestros. […]
No sé en qué clase de tinta moja su pluma Mr. HJ; por cierto que últimamente he oído que dicta. Pero sé que su mente está impregnada de las aguas que manan de la fuente de la juventud intelectual. El hecho, un privilegio, un milagro, como se quiera llamar, no queda del todo oculto a los más ruines de nosotros, que leemos apresuradamente. Para quienes tienen la gracia de guardar calma es manifiesto. Tras unos veinte años de relación atenta con la obra de Mr.HJ se alcanza la convicción absoluta de que, al margen todo sentimiento personal, aporta a la existencia artística de uno un sentido de felicidad. […]
Cuando el último acueducto se haya deshecho en pedazos, cuando se haya rendido al suelo la postrera de las naves aéreas y se haya marchitado sobre la Tierra moribunda la más duradera de las briznas de hierba, el hombre, indomable por su entreno en la resistencia a la miseria y al dolor, contrataré esa indisminuida luz de sus ojos contra el débil fulgor del Sol. La facultad artística, de la que cada uno de nosotros posee un minúsculo grano, puede hallar su voz en algún individuo de este grupo postrero, dotado de poder de expresión y valor suficientes para, conforme a su carácter, interpretar en términos artísticos la experiencia última de la humanidad. No quiero decir con ello que trate de aligerar los últimos instantes de la misma con un ingenioso relato. Sería esperar demasiado… de la humanidad. […]
Quizás las victorias no sean tan estériles como puedan parecerlo desde un punto de vista puramente estratégico y utilitario. Mr. HJ parece sustentar esta opinión. Nadie mejor que él ha reflejado la tenacidad de ánimo no ha sabido tender la túnica de honor espiritual sobre la exhausta forma del vencedor en una pugna inútil. Y el honro es siempre bien ganado; porque las luchas que Mr. HJ describe con perspicacia tan sutil como directa, aunque personales y desesperadas en su silencio, no son menos heroicas (en sentido moderno) por la ausencia de santoiseñas en grito, batir de armas y clamor de trompetas. Son aventuras en las que sólo las almas selectas vense jamás envueltas. Y Mr.HJ las registra, con impertérrita e insistente fidelidad a las péripéties del combate y a los sentimientos de los contendientes. […]
En uno de sus estudios críticos, publicado hará unos quince años, Mr. HJ reclama para el novelista el rango del historiador, como para sí mismo y ante su auditorio. No creo que tal reivindicación pueda ser contestada, y sí que esta posición suya es inexpugnable. La ficción es historia, historia humana, o no es nada. Pero es también algo más; asienta sobre terreno más sólido por basarse en la realidad de las formas y en las observaciones de fenómenos sociales, mientras que la historia se basa en documentos y en la lectura de letra impresa, cuando no manuscrita y ofrecida luego en impresión de segunda mano. Con todo, ignorémoslo. Un historiador puede ser también un artista; y un novelista, historiador, conservador, celador, expositor de la experiencia humana. Como cuadra a un hombre de su linaje y tradición. Mr.HJ es el historiador de las conciencias refinadas. […]
Con todo, en la veracidad de su arte se hace siempre sentir; está ahí, envuelve la escena, se cierne en todo instante sobre ella. Resulta visible, tangible, en los conflictos, en la pugna que sostienen las conciencias más claras, en el sofisma de sus errores. Porque una conciencia buena es naturalmente virtuosa. Lo que resulta propio en ella es precisamente su bondad, el prevalerte sentido de la rectitud intangible, pero presente. Y se hace más visible en su triunfo último, en su abandono de lo milagroso a través de un vigoroso acto de renuncia. Vigoroso, no violento; la distinción es enorme, manifiesta como la que media entre sustancia y espejismo.[ …]
Puede que el único deseo verdadero de la Humanidad, revelado así a la luz de sus horas de ocio, sea el alcanzar el reposo. Esto no se logra con las novelas de Mr.HJ. Sus libros terminan como lo hace un episodio de la vida. Queda uno con la sensación que ésta continúa; hasta la sutil presencia de los muertos es sentida en ese silencio que cae sobre las creaciones de los artistas cuando la última palabra ha sido leída. Es eminentemente satisfactoria, pero no final. Mr.HJ, gran artista e historiador fiel, jamás intenta lo imposible.
MR.JC
FRESA DE LA SEMANA
Nada, desde luego, reemplazará nunca la buena y antigua costumbre de que nos “guste” o no nos guste una obra de arte; la crítica más avanzada no conseguirá abolir esa prueba primitiva y última.
HENRY JAMES
FRASE DE LA SEMANA
A mi juicio, el destino de la especie humana será decidido por la circunstancia de si –y hasta qué punto- el desarrollo cultural logrará hacer frente a las perturbaciones de la vida colectiva emanadas del instinto de agresión y autodestrucción. En este sentido, la época actual quizá merezca nuestro particular interés. Nuestros contemporáneos han llegado a tal extremo en el dominio de las fuerzas elementales, que con su ayuda les sería fácil exterminarse mutuamente hasta el último hombre. Bien lo saben, y de ahí buena parte de su presente agitación, de su infelicidad y de su angustia. Sólo no queda esperar que la otra de ambas “potencias celestes”, el eterno Eros, despliegue sus fuerzas para vencer en la lucha con su no menos inmortal adversario. Mas ¿quién podría augurar el desenlace final?
SIGMUND FREUD: EL MALESTAR EN LA CULTURA (1929)
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