Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

MAS SOBRE LA MUERTE DE BORGES EN EL LIBRO DE BIOY

MAS SOBRE LA MUERTE DE BORGES EN EL LIBRO DE BIOY

1986

Sábado, 14 de junio. […] Un individuo Jove, con cara de pájaro, que después supe que era el autor de un estudio sobre los Eddas que me mandaron hace meses, me saludó y me dijo, com o excusándose: “Hoy es un día muy especial”. Cuando por segunda vez dijo esta frase le pregunté: ¿Por qué?”. “Porque falleció Borges. Esta tarde murió en Ginebra”, fueron sus exactas palabras. Seguí mi camino.
Pasé por el quiosco. Fui a otro de callao y Quintana, sintiendo que eran mis primeros pasos en un mundo sin Borges. Que a pesar de verlo tan poco últimamente, yo no había perdido la costumbre de pensar. “Tengo que contarle esto. Esto le va a gustar. Esto le va a parecer una estupidez”. Pensé: “Nuestra vida transcurre por corredores entre biombos. Estoma cerca unos de otros, pero incomunicados. Cuando B me dijo por teléfono desde Ginebra que no iba a volver y se le quebró la voz y cortó, ¿cómo no entendí que estaba pensando en su muerte? Nunca la creemos tan cercana. La verdad es que actuamos como si fuéramos inmortales. Quizá no pueda uno vivir de otra manera. Irse a morir a una ciudad lejana quizás no sea tan inexplicable.
Martes, 17 de junio. […] Borges, que no admiraba a Guido y Spano, solía recitar con agrado la estrofa de “Nenia”:
¡Por qué cielos, no morí
cuando me estrechó triunfante
entre sus brazos mi amante,
después de Curupaití¡
Domingo, 22 de junio. […] En los años cuarenta, al llegar, solía repetir estas palabras, especie de saludo, de un actor de radio o de varieté: “¿Cómo? ¿No me reconoce? Soy el popular Pancho Staffa” (en este caso, creo que la frase y el personaje no son invenciones de Borges, podrían serlo)

1987

Febrero. […] Quisiera creer que la muerte de b no fue tan desolada como la imagino. Yo quiero entrañablemente a París, pero sin duda preferiría morir en Buenos Aires. Todo puede volverse diabólicamente extraño al enfermo (Silvina, cuando regresó del hospital, no reconocía su casa); de todos modos, parece que las cosas lo ayudan a sentirse en un ambiente familiar (en la acepción de conocido, de siempre) son favorables. No creo que B se haya sentido rodeado de las cosas y de las personas de siempre. Ojalá me equivoque.
Murió en la compañía de María, en la de Bernès y quizá en la de Bianciotti. María era su amor, y esto me llevó a decir: “Volvió a los ochenta años, con su amor, al país de los mejores recuerdos”. En realidad, María es una mujer de idiosincrasia extraña; acusaba a B por cualquier motivo; lo castigaba con silencios (recuérdese que B estaba ciego); lo celaba (se ponía furiosa ante la devoción de los admiradores); se impacientaba con sus lentitudes. Junto a ella vivía temiendo enojarla. Por lo demás, María era una persona de tradiciones distintas a las suyas. B alguna vez me dijo: “Uno no puede casarse con alguien que no sabe lo que es un poncho o lo que es el dulce de leche”. En lugar de poncho y de dulce de leche podemos poner infinidad de cosas que jamás compartieron maría y B. Creo que con María podía sentirse muy sólo. A Bernès lo conocía superficialmente, de verlo en mi casa. En cuanto a Bianciotti, fue siempre un personaje ridículo, vanidoso, afectado, afantochado.
Según Silvina, B partió a Ginebra y se casó para mostrarse independiente y hace un disparate. Yo agregaría “Viajó para mostrarse independiente y, de paso, para no contrariar a María”.

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