Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

ROTH


La mancha humana, Philip Roth, p. 50

Hace varios años me extirparon la próstata, una operación para eliminar el cáncer que, si bien tuvo éxito, no carece de los efectos secundarios desfavorables casi inevitables en tales intervenciones, debido a los daños que sufren los nervios y a las cicatrices internas, y el resultado es que desde entonces soy incontinente. Así pues, lo primero que hice al regresar a casa tras mi visita a Coleman fue quitarme la almohadilla de algodón absorbente que llevo día y noche, colocada en la entrepierna del calzoncillo como una salchicha en el interior de un panecillo. Debido al calor de aquella noche y a que no iría a un lugar público ni una reunión social, había intentado arreglármelas con unos calzoncillos corrientes de algodón encima de la almohadilla, en lugar de los de plástico habituales, y la orina había rezumado y humedecido los pantalones caqui. En casa observé que los pantalones estaban descoloridos por delante y olían un poco. Las almohadillas tienen un tratamiento especial, pero en esta ocasión el olor era evidente. Coleman y su historia me habían absorbido de tal manera que había dejado de inspeccionarme. Mientras estuve allí, tomando cerveza, bailando con él, contemplando la claridad -la predecible racionalidad y la claridad descriptiva- con que él se esforzaba para que el giro que había dado su vida fuese menos inquietante, no había ido a comprobar, cómo andaban las cosas allá abajo, como hago siempre durante las horas de vigilia, y por ello aquella noche me ocurrió lo que ahora me ocurre de vez en cuando.


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