Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

LA PANDEMIA


Los lenguajes de la verdad, Salman Rushydie, p. 475

Yo no me creí nada, ni lo del castigo divino o terrenal, ni los sueños de un futuro mejor. Muchas personas quisieron creer que algo bueno saldría del horror, que como especie aprenderíamos de alguna manera lecciones virtuosas y saldríamos del capullo del confinamiento como espléndidas mariposas de la Nueva Era, y crearíamos sociedades más amables, más gentiles, menos codiciosas, más prudentes desde el punto de vista ecológico, menos racistas, menos capitalistas y más inclusivas. Esto me pareció, y me sigue pareciendo, un pensamiento utópico. No vi que el coronavirus fuera un presagio del socialismo. Las estructuras del poder mundial y quienes se benefician de ellas no se rendirían fácilmente a un nuevo idealismo. No pude evitar que me chocara nuestra necesidad de imaginar que algo bueno pudiera salir de lo malo. En Europa en la época de la peste negra, y más tarde en  Londres durante la Gran Peste, no hubo tantas personas tratando de ver el lado positivo. Estaban demasiado ocupadas intentando no morir. Al igual que los personajes del spin-off de Eric Idle Monty Python's Spamalot, no estar muerto era todo lo que había que celebrar:

Aún no estoy muerto,

puedo bailar y cantar.

Aún no estoy muerto,

puedo danzar el Highland Fling.

Aún no estoy muerto,

no es necesario que me vaya a la cama.

No hace falta que llame al médico

porque aún no estoy muerto.


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