Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

PENTESILEA


Las mil naves, Natalie Haynes, p. 62

La historia de lo sucedido a su hijo, el valiente Héctor, el más grande de los guerreros troyanos, había llegado hasta los confines septentrionales de la tierra escita: durante diez largos años había defendido su ciudad y comandado a sus hombres en muchas batallas victoriosas. Pentesilea, como todo el mundo, sabía que Héctor se había enfrentado a un hombre con la armadura de Aquiles y le había dado muerte, y por un instante los troyanos pensaron que el muerto era el mismísimo Aquiles e hicieron retroceder a los griegos hasta su campamento, en el día de combate más glorioso de toda la guerra. Pero cuando le arrancó la armadura al griego caído, Héctor se indignó al descubrir que no era Aquiles sino Patroclo, que había luchado en su lugar. En cuanto se enteró de la muerte de su amigo, Aquiles montó en cólera; Pentesilea sabía que, bramando como un puma, había jurado vengarse de Héctor y de cualquier troyano que se interpusiera en su camino. Así pues, Aquiles cumplió su palabra y recorrió el campo de batalla arremetiendo contra todos los hombres con que se cruzaba hasta que Héctor se plantó ante él. Pentesilea sabía que lo había matado (la sangre negra y espesa salpicó el barro a sus pies) con un grito salvaje de júbilo. Mutiló el cuerpo de su enemigo y le ató los pies con correas de cuero, como si se tratara de una res muerta, sin importarle la irreverencia de sus actos. Luego arrastró el cadáver del príncipe troyano alrededor de las murallas de la ciudad, pasando tres veces por delante de los ojos de sus destrozados padres, su afligida esposa y su hijo pequeño, que miraba sin comprender.

Por supuesto que Príamo agradecía la alianza de las amazonas. No le quedaba otra.



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