Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

SALMON


No entres dócilmente en esa noche quieta, Ricardo Menéndez Salmón, p. 35
Pero debo volver atrás. Tengo que espiar por el retrovisor de mis once años y rastrear esa tierra baldía que he sugerido antes. Mis propios hijos me obligan a ello.
En el momento en que escribo estas líneas, mi hija mayor es más joven de lo que yo lo era cuando mi padre enfermó. Aunque el recuerdo es una máquina selectiva y la experiencia me dice que no sólo «el olvido es una estrategia del vivir», como Marsé ha apuntado mediante una fórmula perfecta, inmejorable, sino un sagaz gendarme, el censor de censores, soy consciente de que, por mucho que mi hija olvide en el futuro lo que esta primera década de su vida ha significado junto a su padre, parece impensable que no guarde memoria de momentos compartidos. Porque son cientos de cenas, libros leídos, baños, paseos, horas en el parque, viajes, excursiones, cumpleaños, aventuras sublimes o estúpidas, sesiones de cine, 'enfados y riñas, llantos, fiebres, juguetes anhelados, juguetes rotos. Esa mole de instantes ha de esconderse en algún lado, ha de conformar algún tipo de sedimento, un pegamento no moral, pero al menos biológico, que permita que un día futuro, cuando yo ya no esté, mi hija proclame:
Me acuerdo, Je me souviens, I remember.

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