Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

MATRIMONIO

Berta Isla, Javier Marías, p. 254
Aunque ésta no hubiera cambiado esencialmente las cosas para nosotros --quizá algo más para mí, que con ingenuidad la viví como una especie de consecución-, hay una heredada y extraña mística del matrimonio a la que casi nadie permanece inmune ni se sustrae enteramente, lo mismo que hay una mística de la maternidad. Sentimientos atávicos, seguramente. La mujer que se ha casado, el hombre que se ha casado, ya no serán nunca idénticos a los que jamás lo habían hecho. Aunque no se crea en ellas, aunque sean sencillas y se les dé apariencia de trámite, las ceremonias producen su efecto, y por eso se inventaron, supongo: para marcar una línea divisoria, establecer un antes y un después, para convertir en serio lo que no lo era, para subrayar y solemnizar. Para dar una noticia y que así ésta sea asumida, sancionada por la comunidad. ¿Acaso no se sabe siempre quién es el nuevo Rey (a menos que no haya heredero y se sucedan disputas dinásticas), y sin embargo no ha habido nunca monarca que haya renunciado, que se haya saltado una ceremonia de coronación? Puede que aquella pregunta mía tuviera más gravedad de la que yo misma le otorgaba al hacerla. 

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