Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 875. SEPULCROS DE VAQUEROS / ROBERTO BOLAÑO

Patria
Mi padre fue campeón de boxeo, el más valiente,el más salvaje, el más astuto, el mejor ...

Cuando abandonó la profesión el comisario Carner, de Concepción, le ofreció trabajar en Investigaciones. Mi padre se rio y dijo que no, que de dónde demonios sacaba semejante idea. El jefe de policía contestó que él podía oler de lejos a los servidores de la ley. Un olfato infalible. Mi padre dijo que la ley le importaba un carajo y que además, con perdón, no tenía vocación de conchudo. A mí me gusta trabajar, dijo, no se lo tome a mal. El jefe de policía comprendió que aunque el boxeador estaba borracho hablaba en serio. No se lo tomó a mal. Es raro, dijo, porque yo huelo a los policías a veinte kilómetros de distancia. A los buenos, por supuesto. No me huevees, Carner, tú lo que quieres es un peso pesado para calentar a los lanzas, dijo mi padre. Eso jamás, dijo el comisario, yo soy un cana moderno. Moderno o no, Carner leía libros de los rosacruces y era, sin demasiado rigor, un adepto de John William Burr, el publicista hoy ya olvidado de la metempsicosis. En mi casa aún hay panfletos de Burr editados por El Círculo, de Valparaiso, y por la Asociación Gustavo Peña, de Lima, que mi padre, previsiblemente, nunca leyó. Que yo recuerde, mi padre sólo leía las noticias deportivas de los periódicos

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