Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 399. PADRES E HIJOS / IVAN TURGUENIEV

-¿Qué, Piotr, no se ve nada todavía? -preguntaba, el 20 de mayo de 1859, un señor de unos cuarenta años, saliendo sin sombrero a la puerta de la posada en el camino de ... ; LLevaba un abrigo corto, cubierto de polvo, y pantalones a cuadros. La pregunta iba dirigida a su criado, un joven carrilludo, con vello blanquecino en la barbilla y ojillos mates.
El criado llevaba un pendiente de turquesa en la oreja, cabellos de color indefinido, untados de pomada; sus ademanes eran corteses. En una palabra, todo revelaba en él a un hombre de la nueva generación. Miró con indiferencia al camino y contestó:
-A lo que parece, no, señor, no se ve nada.
-¿No se ve nada? -repitió el señor.
-N a da -contestó por segunda vez el criado.
El señor suspiró y se sentó en un banquillo. Vamos a presentárselo al lector, mientras está así sentado, con las piernas encogidas, y mira pensativamente alrededor.

Se llama Nikolái Pietróvich Kirsánov. A quince verstas de la posada posee una finca de doscientas “almas”, o bien, de dos mil diesiátinas,  como él mismo dice desde que repartió sus tierras con los campesinos y ha creado una granja

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