Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

FREUDIANA

De Conversaciones con Billy Wilder, p. 180-181
Cameron Crowe. Cuando era periodista en Berlín, de joven, entrevistó a Freud. ¿Cómo era la atmósfera que le rodeaba?
Billy Wilder. No le entrevisté. Me echó antes de poder abrir la boca. Fui a Berggasse, número 19, donde vivía: la calle de la Montaña. Era un barrio de clase media. Fui allí con una única arma, mi tarjeta de visita como periodista de Die Stunde. Era un reportaje para el número de Navidad: «¿Qué opina del nuevo movimiento político en Italia? ». Mussolini era un nombre nuevo. Corría el año 1925, 1926, y para mí era nuevo. Así que me documenté sobre él. Freud odiaba a los periodistas, les despreciaba; todos se reían de él.
En aquella época, no conocía a ningún austriaco que se hubiera psicoanalizado. No conocía a nadie que se hubiera psicoanalizado. Era una especie de cosa secreta. Llamé al timbre, y la doncella abrió y me dijo: «El profesor, Herr Professor, está comiendo». Le respondí: Esperaré. Así que me quedé allí sentado. En Europa, en Centroeuropa, los médicos usan sus pisos como consultas. Combinan consulta y vivienda. Algunas consultas están dentro de los hospitales. Pero en el caso del profesor, el salón era la recepción y, a través de la puerta que daba a su estudio, se veía el diván. Era muy pequeño, más o menos del tamaño de esto. (Indica un banco pequeño.) Con alfombras turcas, lleno de alfombras turcas, una sobre otra. Y tenía una  colección de arte africano y precolombino, en aquellos años, 1925 o 1926. Me llamó la atención lo pequeño que era el diván. (Hace una pausa.) Todas sus teorías se basaban en el análisis de personas muy bajas. (Me observa, satisfecho: un chiste bien colocado y una risa ganada merecidamente.)
Estaba sentado en una silla. La silla era una minucia detrás del cabecero del diván. Alzo la vista, y allí está Freud. Un hombre diminuto. Tenía una servilleta atada [alrededor del cuello], una cosa blanca, porque se había levantado a mitad de comer, y preguntó: «¿Periodista?».  Respondí: «Sí, tengo unas cuantas preguntas». Replicó: «Ahí está la puerta». Me echó.

Fue el momento culminante de mi carrera. Porque me han preguntado sobre ello, han viajado para preguntarme todos los detalles, para que les diga exactamente qué pasó. Y eso es todo lo que pasó. Un mero «ahí está la puerta». Le dije: «Gracias». (Se encoge de hombros.) En cualquier caso, es mejor que asistir a una cena de estado ofrecida por Sadam Husein.

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