Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

JB, IN MEMORIAM

Prólogo a Otoño en Madrid hacia 1950

Sin embargo, de la misma manera que el perfeccionamiento de su arte es consecuencia directa de su voluntad y de su dedicación al oficio, su poder de invención está en cierto modo fuera de su alcance por cuanto con mucha frecuencia es el resultado de un golpe de fortuna en la forma de un hallazgo o de un encuentro. De qué manera tan evidente se percibe cómo un hombre en posesión de unas acrisoladas facultades no consigue ponerlas a prueba y demostrar lo que es capaz de hacer porque un destino cicatero -cualquiera que sea la forma que adopte para dar prueba de su ceguera- le niega el oportuno hallazgo.
La invención, en principio, no obedece a otra regla que a la de romper el círculo de lo inventado. Sin embargo no tiene necesariamente que buscar la sorpresa. Me atrevo a decir que la sorpresa tan sólo conforma una aureola alrededor del espacio habitual de los hechos, a cuyos cánones y reglas queda reducida en cuanto se disipan sus efectos, por lo general efímeros. Porque son pocos los hechos que después de sorprender siguen siendo sorprendentes. Se puede decir que los que lo consiguen entran dentro de otra categoría, la de las invenciones y descubrimientos que el escritor y el artista en general buscan con tanto afán no sólo por su valor y efectos intrínsecos sino porque ante ellos tiene que poner a prueba un arte y un estilo para llevarlos a sus máximas posibilidades, única salvaguardia contra el propio manierismo. Ahora bien, la costumbre se adueña de todo, incluso de los hechos fortuitos, y traza una tela de araña (esa bella palabra inglesa, gossamer, cuya etimología remite al verano de San Martín, cuando se levanta la veda de los gansos y sobre los prados y arbustos húmedos y soleados pasa flotando ingrávida e inaprensible una telilla de hilos plateados a medio camino entre el ser y la nada) en la que queda apresada la invención —y sus secuaces— para incrementar con unas páginas más una obra tan inacabada como hambrienta. Quién sabe si la mayor sabiduría consiste en invertir los términos del sacrificio y restituir la invención a su posición original.

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