Te quiero más que a la salvación de mi alma

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Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

Pansexualismo


Pansexualismo
JUAN JOSÉ MILLÁS 14/04/2006
Ya anunciamos en su momento que, aunque los dirigentes del PP hubieran combatido con ferocidad en las instituciones y en la calle la ley que ampliaba a los homosexuales el derecho a casarse y a formar una familia, no tardarían en beneficiarse de ella. Pero pensábamos que esperarían por lo menos a que se resolviera el recurso que, en contra de esta iniciativa, presentaron ante el Constitucional. Nada de eso: un concejal popular de Orense acaba de contraer matrimonio con su novio en una ceremonia a la que ha asistido el mismísimo presidente del PP gallego. ¿Somos adivinos? No, somos observadores. El PP también estuvo en contra de la Constitución (a la que ahora veneran); del divorcio (al que exprimen); del aborto (al que suponemos que recurrirán como todo hijo de vecino). Son sólo tres ejemplos, pero para muestra vale un botón.
Tampoco nos ha decepcionado la Conferencia Episcopal, que ha puesto el grito en el cielo (dónde si no), atribuyendo el suceso al "exasperado pansexualismo" que se vive en España. "Exasperado pansexualismo", no se pierdan la expresión porque es de las que marcan época. Nosotros no sabemos, ni nos importa, cómo son las relaciones venéreas entre el concejal de Orense y su cónyuge (que sean exasperadas o serenas es un problema de ellos). Lo que sí sabemos es el significado del término pansexualismo, que el diccionario de la Academia define de este modo: "Tendencia a encontrar en toda conducta una motivación sexual". Este es el problema de la Conferencia Episcopal, y de la Iglesia en general, que sus representantes no pueden abrir la boca sin hablar de sexo.
Tanto es así que el obispo encargado de condenar el pansexualismo español recordó, acto seguido, que el onanismo continúa siendo un pecado mortal que se paga con el infierno. Asegurar con ese desparpajo que una actividad tan natural, inocente y cotidiana como la masturbación constituye una ofensa gravísima a alguien que sólo existe en la cabeza de quienes creen en él, resulta tan pintoresco como negar el movimiento de traslación de la Tierra. También, por cierto, en su día lo negaron, del mismo modo que el PP pidió firmas contra el divorcio. No somos nadie.

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