Te quiero más que a la salvación de mi alma
INCIPIT 261. LA PENINSULA / JULIEN GRACQ
A través de la vidriera de la sala de espera, Simon vislumbraba a su derecha, proyectada sobre el andén y contra los cristales, la sombra de la marquesina calada, de cuyas polvorientas alas color chocolate se divisaba el comienzo; pero a su izquierda el manto de sol caía a plomo sobre el yermo de los raíles, de donde ascendía la reverberación un tanto temblorosa de las vías ardientes. Una hilera irregular de vagones de mercancías, en la que el mismo y discontinuo tono chocolate se impregnaba del marrón de la herrumbre, cerraba la visión por aquel lado —entre los raíles y sobre las traviesas, bajo la cocción del sol, el cacao calcinado y granuloso del balasto mudaba a un marrón más oscuro, virando al matiz que las cajitas de betún denominan marrón parisién; y asentados sobre aquel lecho torrefacto, los raíles, con su luz cegadora, evocaban en el ojo herido el calor de un principio de
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