De ¿De qué hablamos cuando hablamos del amor?, de Carver, p. 38
Mi padre murió mientras dormía, borracho, hace ocho años. Era el mediodía de un viernes y tenía cincuenta y cuatro años. Volvió a casa de la serrería donde trabajaba, sacó para el desayuno algo de embutido del frigorífico y abrió una botella de litro de Four Roses.
Mi madre estaba allí con él, en la mesa de la cocina. Intentaba escribir una carta a su hermana de Little Rock. Al final mi padre se levantó y se fue a la cama. Mi madre contó que no le dio las buenas noches. Pero, claro, era por la mañana.
—Cariño —le propuse a Myrna la noche en que volvió al hogar—. ¿Qué tal si nos magreamos un rato y luego preparas una cena apetitosa de verdad?
Y Myrna dijo:
—Lávate las manos.
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