Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

Krematorium


Historia de los abuelos que no tuve, Ivan Jablonka p. 360

La muerte de ellos solo pertenece a los desaparecidos. Incluso Gradowksi, asignado al Krematorium II, jefe de la revuelta del Sonderkommando y autor de un desgarrador «manuscrito bajo la ceniza» no puede acompañarlos hasta el final. Solo puede contar lo que sigue: «El pelo es lo que arde primero. La piel se infla de burbujas que explotan al cabo de unos segundos. Los brazos y las piernas se contorsionan, venas y nervios se tensan y hacen que los miembros se muevan. El cuerpo ya se abrasa por completo, la piel está agrietada, la grasa se escurre y oyes el rechinar del fuego ardiente. Ya no ves el cuerpo, solo un horno de fuego infernal que consume algo en su interior. El vientre explota. Los intestinos y las entrañas emergen y, en pocos minutos, no quedan rastros de ellos. Lo que tarda más en quemarse es la cabeza. Dos pequeñas llamas azules centellean en las órbitas -son los ojos que se consumen junto con los sesos al fondo-, y en la boca, aún se está calcinando la lengua. Todo el proceso dura veinte minutos, y un cuerpo, un mundo, queda reducido a cenizas» (Gradowski, 2009: 195-196).


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