Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

EDUCACION SENTIMENTAL

La primera Eucación sentimental, Flaubert, p. 202
Despojado tempranamente de ilusiones y creyendo aún en ellas, privado de placeres estruendosos y hastiado de soñar distracciones apacibles, un buen día dio en compadecerse de sí mismo y de cuanto rodeaba su vida, quiso salir por fin de la invisible cárcel en la que giraba sobre sí mismo, cual oso en su jaula. Como estaba cansado del pensamiento o de lo que   imaginaba como tal, le apeteció la acción. Así, casto, quiso de repente el placer: nacido burgués, deseó la riqueza: creado por el cielo manso como un cordero, se prendó del sonido de los clarines y meditó el choque de los ejércitos. Amó, pues, todas las pasiones, requirió para sí todos los apetitos, todas las aspiraciones, todas las ansias; no tardaron éstas en llegar una tras otra, cual yeguas salvajes que galopan a sus anchas, relinchando y crines al viento, a la vasta llanura de su corazón.
Al principio fue el dinero. Lo amó como un pródigo y como un ladrón, para poseer extensos céspedes sombreados por robles seculares, bosques donde retozaran por el musgo los corzos, un palacio con peristilo de mármol, con estatuas antiguas y una galería de viejos cuadros, un cálido invernadero donde crecen las palmeras en plena tierra, donde es posible oler áloes y cactus, comer desconocidas frutas, tocar insólitos follajes; para tener un semental negro, con un cordón dorado en la boca y una piel de león en la grupa, montado por un negro atlético, con chaqueta de seda negra con cierre de plata, desnudos brazos y piernas, formas magníficas y briosa planta: para tener un montón de criados bien cebados, que se apiñaran en la antecámara y le escanciasen mientras comiese; para trastocar días y noches, tomar helado en verano, frutas en invierno, calentarse con caoba, lavarse los pies con kirsch, llevar una vida insolente y desdeñosa, sentirse adorado por la chusma y aborrecido por los burgueses, alimentar a una multitud de bribones y deslumbrar a una masa de imbéciles. Le hubiera gustado caminar por una mina de oro, para notar, en las entrañas de la tierra, las cálidas exhalaciones de los metales.

Pero se le olvidó ganarlo, demasiado ocupado en soñar con él. 

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