Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

CRISIS ECONOMICA

Las dimensiones infinitas, AG Porta, p. 47-48
Ahora, cuando hasta los barrenderos de la calle lo sabían de sobra, el ministro de Economía reconocía que aquélla era la mayor crisis que se había desatado desde que tenía uso de razón. Seguramente un ministro no puede decir lo que piensa, ni puede salir en televisión cuando los ciudadanos todavía duermen el sueño de los justos para explicarles que la fiesta ha terminado y que va a ser mejor que ahorren para los tiempos que se avecinan, porque entonces todo el mundo, incluyéndome a mí, se le echaría encima. Pero yo, un  rookie de nada, ya sabía hacía tiempo que esto terminaría así......-es decir, mal-y me reventaba que el ministro y el presidente de gobierno hubiesen estado haciéndose el tonto de aquella manera. En la página contigua, otro presidente, el de la patronal de las pequeñas y medianas empresas, escribía que sus asociados se ahogaban por falta de crédito. Pensé que sería bueno que les arreglaran los problemas porque en el fondo, aunque yo no entendiera de macroeconomía, sí tenía claro que de otro modo pronto no tendría de qué comer. En mi cartera no había más que un par de grandes empresas, las demás eran medianas. Es lo que tiene ser el último de la fila de la delegación española de una multinacional con sede en Fráncfort. Pasé las páginas y me fui a ver qué ocurría en Estados Unidos. Allí los congresistas ponían condiciones para prestar dinero a los bancos, exigiendo cosas tales como que se limitaran las indemnizaciones de sus ejecutivos. De todos modos, en todas partes cuecen habas y a una corresponsal en Nueva York recuerdo haberle leido algo así como que la Reserva Federal había rescatado Bear Stearns por treinta mil millones de dólares y lo había regalado a JPM Chase; que Lehman Brothers se había declarado en bancarrota y que Goldman Sachs y Margan Stanley cambiaban de categoría para convertirse en bancos de barrio. Eso sí, recibiendo todos los beneficios de los capitales de emergencia, es decir, el dinero de los contribuyentes. 

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