Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 347. CORAZONES EN LA ATLANTIDA / STEPHEN KING

UN NIÑO Y SU MADRE. EL CUMPLEAÑ'OS DE BOBBY. EL NUEVO INQUILINO. DEL TIEMPO Y LOS DESCONOCIDOS.

El padre de Bobby Gadield era uno de esos hombres que empiezan a perder el pelo poco después de los veinte y están totalmente calvos hacia los cuarenta y cinco. Randall Gadield se libró de ese destino muriendo de un infarto a los treinta y seis. Era agente inmobiliario y, cuando exhaló el último suspiro, yacía en el suelo de la cocina de una casa ajena. En el instante en que el padre de Bobby expiró, el potencial comprador de la vivienda se hallaba en la sala de estar, intentando avisar a una ambulancia a través de un teléfono desconectado. Por entonces Bobby contaba tres años de edad. Guardaba vagos recuerdos de un hombre haciéndole cosquillas y besándole las mejillas y la frente. Tenía la casi absoluta certeza de que ese hombre era su padre. AÑORADO CON TRISTEZA, rezaba en la lápida de Randall Garfield; pero la verdad era que su madre no parecía muy triste, y en cuanto a Bobby ... en fin, ¿quién podía añorar a alguien al que apenas recordaba? Ocho años después de la muerte de su padre, Bobby se  enamoró con locura de una Schwinn de veintiséis pulgadas que vio en el escaparate de la ferretería Western Auto. Lanzó a su madre toda clase de indirectas sobre la Schwinn y,   finalmente, una noche, se la señaló cuando volvían del cine (habían visto Tbe Dark at tbe Tap af tbe Stints, que Bobby no entendió pero disfrutó igualmente, sobre todo la escena en que Dorothy McGuire se dejaba caer en un sillón y enseñaba SUS largas piernas). Al pasar frente a la ferretería, Bobby, como quien no quiere la cosa, mencionó que la bicicleta sería un  estupendo regalo para algún niño afortunado en su undécimo aniversario.

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