Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

FAULKNERIANA

Intruso en el polvo
No hizo referencia a las tinieblas sino a ese destello que «no sólo no las disipa sino que muestra su horror». Lo mismo cabía decir del saber y el destino, del trabajo cotidiano y de la fiesta. Tras el golpe frío del ocaso se había retirado a su alcoba y había apagado la luz a una hora no desacostumbrada, aunque sí la más moderada de entre sus habituales. Después de recorrer todo el perímetro de la casa alumbrándose con la lámpara de carburo, al dirigirse a su dormitorio se produjo el apagón; estando más cerca de su cuarto que de la cocina no volvió por la lámpara sino que avanzó a ciegas hasta que una presencia no luminosa (un cuerpo en la oscuridad que rompe el flujo del vacío) le detuvo a mitad del camino; con cierta precipitación alumbró un fósforo que en el seno de la oscuridad sólo denunció su propia luz, un halo glauco y tembloroso, incapaz de ensancharse por miedo a denunciar la presencia que le amedrentaba; y cuando lo alzó, a causa de una de esas transferencias que aceptan los sentidos cuando todos ellos se sienten embargados, se hicieron audibles las palabras —palabras sin vocalización, “No alumbres nada”, de unas tinieblas sin tráquea— extinguidas al mismo tiempo que la llama pero tan perceptibles por su este- la asonora —el rancio aliento transformado en mandato— como la diminuta bengala roja, incandescente durante el plazo que necesitara la audición.
Un viaje de invierno / Juan Benet, p. 100, Debolsillo, 2009

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