PRESENTACIÓN: GESTO DE CLASE
Me preocupa el arribismo de Rubén
Darío porque es el mío. Me interesa la vocación administrativa de sor Juana
porque yo mismo me hallé alguna tarde leyendo con placer inconfesable las
columnas de cifras que decían que la editorial en la que trabajaba con valores
literarios, pero también con números, comenzaba a entregar rendimientos. Me
angustia, todavía, mostrar comportamientos errados en los salones a los que
accedo por el privilegio tan dudoso de ser escritor. En los periodos que he
pasado en los Estados Unidos y Europa, a menudo emprendo, como poseído por el
espíritu indignado de Clavijero y sus colegas jesuitas en el exilio, encendidas
defensas de Hispanoamérica que jamás habría pensado y mucho menos esgrimido
estando en casa. Las dudas sobre lo adecuado de mi gusto me afligen muchísimo;
José Emilio Pacheco, la figura totémica que respira detrás de estas páginas,
dijo alguna vez en su legendaria clase sobre modernismo en la Universidad de
Maryland una frase al mismo tiempo transparente y devastadora: «La cursilería
es como el olor de tu propio coche: todos lo reconocen menos tú.»Aquí escribes el contenido.
Aquí escribes el resto del contenido que no se vera.
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