Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

Schrodinger


Un verdor terrible, Labatut, p. 151

Lo maravilloso y horrible del proceso -le dijo la chica- es que las crías comenzaban a parir a sus propias hijas cuando solo tenían unas pocas horas de vida; esas nuevas criaturas se habían gestado dentro de ellas cuando aún estaban en el interior del cuerpo de la madre primigenia. Las tres generaciones anidaban una dentro de la otra, como en una muñeca rusa espantosa, formando un superorganismo que mostraba la tendencia de la naturaleza hacia la sobreabundancia, la misma que lleva a ciertas aves a empollar más crías de las que pueden alimentar, obligando al polluelo mayor a asesinar a sus hermanos, empujándolos fuera del nido. El caso de algunas especies de tiburón era aún peor, le explicó la señorita Herwig, ya que los pequeños escualos eclosionaban vivos dentro del vientre de la madre, con los dientes 1~ suficientemente desarrollados como para poder devorar a los que nacían después; esa depredación fratricida les daba los nutrientes necesarios para sobrevivir durante sus primeras semanas de vida, cuando eran tan vulnerables que podían ser carnada de los mismos peces de los que se alimentarían si lograban llegar a la adultez.  No se sentía capaz de prestar atención a una clase, le dijo, pero ¿sería posible que Herr Schrodinger la acompañara a caminar alrededor del lago, para ver si el aire frío le devolvía las fuerzas?


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