Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

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Tinta roja, Isaac Rosa, p. 324

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Sabía que me engañabas, y solo necesitaba probarlo. He dicho «sabía», y no «sospechaba”, porque era una certeza. Es verdad que no tenía ninguna evidencia, pero la falta de pruebas solo significaba que eras muy hábil disimulando. Sabía que me engañabas pero preferí callar, no decir nada, no preguntarte. ¿Qué te iba a decir? Tú lo habrías negado, como ahora lo niegas, y mi pregunta solo habría servido para prevenirte, para que pusieses más cuidado en no dejar huellas de tu engaño.

Debo reconocer que fuiste muy hábil en ocultar esas huellas. De hecho, nunca encontré ninguna. Ni una sola. Por más que revisé tu teléfono buscando mensajes o llamadas, escudriñé tu agenda de contactos para encontrar un nombre simulado bajo el que ocultases a tu amante, y espié durante semanas tu correo electrónico, tu historial de navegación, tu actividad en redes sociales, rompiendo incluso contraseñas. Pero no encontré nada. Nada.

Otro en mi lugar habría desistido, convencido de que todo era un temor sin fundamento. Yo   no. Yo sabía que me eras infiel. ¿Que por qué insistía en pensar que había otro hombre, pese a la falta de pruebas? Porque te conozco bien. Porque a mí no puedes engañarme. Porque llevarnos quince años juntos. Dieciséis. Y de repente comencé a observar en ti un extraño cambio de actitud. Ni siquiera ahora sabría explicártelo, ponerte ejemplos. En realidad todo era igual, mantenías tus rutinas, tus horarios, tus entradas y salidas, tampoco en casa habías cambiado tus hábitos. Ni siquiera conmigo: me besabas al llegar, hablábamos durante la cena, follábamos en fin de semana. ¿Entonces? No lo sé. Había algo en ti, un aire extraño, una forma de quedarte callada, de ausentarte, una sospechosa sonrisa al descuido, un entusiasmo por cualquier minucia que no te había visto en muchos años. Incluso físicamente: estabas más hermosa, ni siquiera diría que te arreglabas más, era otra cosa, la mirada, la piel, un resplandor.


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