Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

EL ORO DEL RHIN

Auschwitz, Sybille Steinbacher, p. 136-137
Los trabajos para la eliminación de cadáveres debían ser realizados por presos del llamado comando especial. Éste estaba formado principalmente por internos judíos de diferentes nacionalidades, pero también formaban parte de él otros no judíos y prisioneros de guerra soviéticos. Su número rozaba los ochenta en abril de 1942., pronto pasaron a ser doscientos, a comienzos de 1944 unos cuatrocientos y, finalmente, en julio de 1944 durante la fase culminante del genocidio, cuando el comando tenía que trabajar de noche y de día haciendo turnos, llegaron a ser casi novecientos. De los vagones, descargaban en la rampa el equipaje de  los recién llegados, los acompañaban hasta el cuarto del edificio del crematorio donde debían desnudarse y sacaban sus cadáveres de la cámara de gas; tenían que arrancar de las mandíbulas de los muertos los dientes de oro, quitarles los anillos y a las mujeres cortarles el pelo largo. Llevaban luego a los asesinados en el montacargas o en vagonetas hasta la sala de combustión, los incineraban, cavaban fosas comunes y fosas para la quema de cadáveres. Si los cadáveres eran incinerados en fosas, un proceso que duraba horas, tenían que controlar el fuego y, para aportar aire, mover los cuerpos ardientes con azadones de acero mientras eran vigilados e impelidos por guardias de las ss; los huesos que no resultaban quemados debían ser machacados hasta ser pulverizados.

El Reich alemán también sacaba provecho de los muertos: el oro de los dientes fue fundido y convertido en lingotes que se enviaron al banco del Reich. Del pelo humano se obtenía hilo de fieltro para la industria bélica, y probablemente también servía para la fabricación de colchones y cuerdas; entre los compradores que pagaban cincuenta centavos por kilo, estaba la cardería de Bremen y la fábrica de fieltro Alex Zink cerca de Núremberg. La ceniza no sólo se esparció como abono sino que se usó como material de relleno en la construcción de carreteras y caminos y como aislamiento térmico en construcciones de los campos. Huesos humanos pulverizados eran vendidos por las ss a una empresa de abonos de Strzemieszyce.

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