Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

¿SOBRE LA PATERNIDAD?

De La parte inventada de Rodrigo Fresán, p.416-417
[...] lo cierto es que Tom cada vez escucha y mira y estudia con mayor detenimiento  más casos de progenitores eliminando a sus crias. Un signo de los tiempos.  El signo de los malos tiempos. Madres que meten a hijos dentro de maletas y los arrojan por un acantilado, padres que prenden fuego a cuerpitos dormidos para siempre por sedantes, madres y padres que deciden asfixiar a alguien porque “les molestaban”  o porque “los cielos se abrieron y una voz nos lo ordenó desde lo alto”. ¿Será que les asusta que esos chicos crezcan y, alcanzada la adolescencia, como también se ha informado, los muelan a golpes y a patadas cuando intenten cancelar su cuenta de teléfono móvil? ¿O serán, simplemente, los primeros compases del azulado y líquido vals de la entropía que baila La vida sin nosotros: el misterio resuelto que la serie no se atreve a aclararnos, el prólogo que nadie se atreve a contar, la irracional razón por la que desaparecimos, tal vez aquello a lo que su amigo ahora, esté donde esté, le escribirá un final diferente, mejor, feliz?
 Abre los ojos y hay una explicación para el que los padres miren a sus hijos como los miran cuando éstos ya están dormidos y con la luz apagada. Y es que un niño despierto e iluminado difícilmente podría soportar la intensidad de esa mirada tan posesiva  como liberadora: su amor sin límites, su infinito agradecimiento, el terror por todo lo que puede llegar a pasarles a los pequeños grandes y, por lo tanto, a los grandes pequeños. Padres  e hijos son lo mismo. Unidos hasta que la muerte los separa y proyectándose desde el pasado hacia la eternidad más allá de vientos y de desiertos que no dejan de estirarse como quien se despereza. Gritándose de un lado a otro de un abismo finalmente insalvable, pero igual, siempre y para siempre, planificando puentes en cuyos extremos, unidos pero enfrentados, aunque se desee que el otro estuviera aquí, sin esperar, ambos emprendan  una. y otra vez, todas las veces que puedan y se pueda, el cruce sobre el más pleno de los vacíos.
Así va a mirar a Fin, a su hijo.
Ahora mismo.
Necesita tanto mirarlo.

Con todo el amor del mundo, del universo. Concluido el último noticiero de la noche (ahí, de nuevo la foto en la que un niño recién asesinado señala sonriendo a quien tomó la fotografia y será su asesino) Tom se pone de pie con dificultad

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