Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

TRISTAN E ISOLDA

De La naturaleza de un crimen, de Jospeh Conrad y Ford Madox Ford, p.41-42
Acabo de asistir a una representación de Tristán e Isolda. Tuve que apresurarme para llegar antes de que sonasen los primeros acordes: tenía la sensación de que ibas a estar allí, sentada a mí lado como tantas otras veces. Eso, sin duda, es la pasión, la misma pasión que nos exime de responder por nuestras acciones.
No me costó encontrarte; pero encontré algo más. Siempre me ha parecido un misterio el que volvamos una y otra vez a Tristán. Algunos pasajes de esta ópera son tan insufribles como puede serlo cualquier pieza del maestro germano, y sin embargo la idea misma del filtro de amor basta para atraparnos; no nos interesa nada más que eso. Lo que de encantador y primoroso tiene al principio la relación de Tristán y la prima donna nos tiene, en efecto, sin cuidado; por lo demás, las especulaciones psicológicas del rey Marke nos resultan inverosímiles. Sin embargo, apenas han apurado enloquecidamente la copa, esas dos tétricas marionetas cobran vida: de pronto vemos a dos seres atrapados por una pasión; los observamos actuando de forma tan irracional como lo hice yo al prometer al cochero que le pagaría cinco chelines si me dejaba en el teatro antes de que comenzase la obertura
Es el filtro de amor lo que obra este milagro. Nos interesa —nos parece real— porque todo ser humano sabe lo que es actuar de forma irracional ante los embates de alguna pasión. Nos vemos arrastrados irremisiblemente; llevamos a cabo actos insensatos y actos heroicos que están ya prefijados; el otro lado de nuestro ser contraviene todas las normas de la razón y todas las que regulan la conducta. En Tristón vemos cómo una sustancia concreta, una hierba, justifica esta locura; se nos presenta un estado mental en el que la moralidad no existe ya. De modo que se nos ofrece un respiro, un descanso, un intervalo de tiempo en el que no nos sentimos oprimidos por ningún principio de conducta. Ninguna de las ideas en las cuales se refugia la imaginación exhausta de la humanidad ejerce una atracción tan universal como ésta.
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