Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

SOBRE EL DORMITAR

De Viaje alrededor de mi habitación, de Xavier de Maestre, p.37-38
Para procurarme ese placer, mi criado ha recibido la orden de entrar en mi habitación media hora antes de a la que he resuelto levantarme. Lo oigo andar ligeramente y trajinar por la habitación con discreción; y ese ruido agradable me procura el placer de sentirme dormitar; placer delicado y desconocido por mucha gente.
Uno está lo bastante despierto para darse cuenta de que no lo está del todo y para calcular confusamente que la hora de tos negocios y de ios problemas está todavía en ci reloj de arena del tiempo. Insensiblemente, mi hombre se vuelve más ruidoso; es tan difícil obligarse a hacer algo; además él sabe que la hora fatal se aproxima... Mira mi reloj, y hacer sonar los dijes para advertirme, pero hago oídos sordos, y para alargar aún más esta hora encantadora, no existe ninguna clase de embrollo que no le haga padecer yo a ese pobre desgraciado. Tengo cien órdenes preliminares que darle para ganar tiempo. Sabe muy bien que esas órdenes que le doy de bastante mal humor son sólo pretextos para permanecer en cama sin parecer que lo deseo. Finge no darse cuenta, y yo le estoy realmente agradecido.
Por fin, cuando he agotado todos mis recursos, avanza hasta el centro de mi habitación y se planta ahí, los brazos cruzados, en la más perfecta inmovilidad.
Me confesarán que no es posible desaprobar mi pensamiento con mayor determinación y discreción, así que no me resisto jamás a esta invitación tácita; extiendo los brazos para testimoniarle que he comprendido, y heme aquí sentado.
Si el lector reflexiona sobre la conducta de mi criado, podrá convencerse de que en ciertos asuntos delicados, como lo es éste, la simplicidad y el buen juicio valen infinitamente más que el espíritu más hábil. Me atrevo a asegurar que el discurso más estudiado sobre los inconvenientes de la pereza no me decidiría a salir tan prontamente de la cama como el reproche mudo de M. Joannetti.

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