
INCIPIT 234. EL OFICINISTA / GUILLERMO SACCOMANNO
1
A esta hora de la noche los helicópteros artillados sobrevuelan la ciudad, los murciélagos revolotean en los ventanales de la oficina y las ratas se pasean entre los escritorios sumidos en la oscuridad, todos los escritorios menos uno, el suyo, con la computadora prendida, la única prendida a esta hora. El oficinista siente un roce veloz contra sus zapatos. Un chillido leve, huidizo, que sigue de largo sobre la alfombra y se escabulle en la negrura. Aparta la vista de la pantalla de la computadora. Ve las sombras aladas en la noche exterior. Después consulta el reloj de bolsillo, apila unos expedientes, dispone en una carpeta los cheques que habrá de firmar mañana el jefe, y se levanta para partir. La lentitud de sus gestos no se debe sólo al cansancio. También a su tristeza.
La computadora tarda en apagarse. Por fin la pantalla se oscurece, suspira. Con prolijidad dispone los instrumentos de trabajo para el día siguiente: las lapiceras, el tintero, los sellos, la almohadilla, la goma de
11
No hay comentarios:
Publicar un comentario