Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 1.589. EL ARTE DE LA BIOGRAFIA / VIRGINIA WOOLF


Hablamos del arte de la biografía, y de inmediato, pasamos a preguntarnos: ¿es la biografia un arte? Quizá la pregunta es tonta, y desde luego, poco generosa, considerando el gran placer que nos han proporcionado los biógrafos. No obstante, la cuestión se plantea con tanta frecuencia que debe de haber algo detrás. Ahí está el interrogante, proyectando su sombra en la página cada vez que abrimos una nueva biografía. Es como si hubiese algo mortífero en esa sombra, ya que, en definitiva, de tantas vidas escritas, iqué pocas sobreviven!

La razón de esta alta tasa de mortalidad, podría argumentar el biógrafo, es que, comparada con la poesía y la ficción, la biografía es un arte joven. El interés por nosotros mismos y por los demás es un desarrollo tardío de la mente humana. En Inglaterra, no fue hasta el siglo XVIII cuando la curiosidad por escribir sobre la vida privada de ciertas personas se materializó, y solo en el siglo XIX las biografías proliferaron. No ha habido más que tres grandes biógrafos —Johnson, Boswell y Lockhart—; la razón, se puede argumentar, es que ha habido poco tiempo; y el alegato de que el arte de la biografía ha tenido muy poco tiempo para asentarse.


INCIPIT 1.588. MIENTRAS HAYA BARES / JUAN TALLON


Aquí había una viña

Cada vez que conduzco por la A-52, y a la altura de la salida 155 dejo de acelerar, acciono el intermitente, freno ligeramente y al fin abandono la autovía, siempre suelto lo mismo: "Aquí tenían una viña mis abuelos". La frase no desaparece con sus sonidos, deja una estela en el aire del habitáculo que tarda aún un rato en deshacerse del todo.

Creo que con el tiempo se ha ido convirtiendo en el primer verso de un poema que no sigue. Ese trozo de tierra, durante muchos años, fue trabajado por las distintas generaciones de la familia. Gastábamos una mañana entera, con su almuerzo, en recolectar la uva. Era una mezcla de duro trabajo y fiesta.

Cuando tenía unos 15 años, hicimos la última vendimia. Un día apareció el Estado, expropió el suelo y con el tiempo por el medio justo de la viña pasó la autovía y con ella miles, millones de coches.


INCIPIT 1.587. EL FESTIN DEL AMOR / CHARLES BAXTER


El hombre —yo, este ser pálido, quién otro iba a ser si no— despierta asustado entre las sábanas enredadas.

El cuarto en penumbra, las puertas entreabiertas del armario y la lámpara de listones de pino en la mesita de noche: no los reconozco. En el otro extremo del cuarto, a lo lejos, la luminosidad de la farola que recubre la persiana tiene un fulgor inquietante, desagradable. Ninguno de estos objetos antes familiares tiene ahora familiaridad alguna. Y lo que es peor, no me reconozco ni me recuerdo. Me incorporo en la cama; en realidad, alcanzo la vertical a sacudidas, envuelto en un miedo leve y soñoliento. Aquí hay un demonio, uno de los innombrables, el demonio del borrado y el olvido. No consigo abrirme paso a través de esta sensación porque la cabeza no me funciona, y porque ella, la carne en que me alojo, todavía no se ha convertido en mí.

Al mirar la oscuridad veo manchas flotantes: ahí, en la pared de enfrente, hay engranajes que se mueven por separado y luego se acercan unos a otros hasta que sus ruedas dentadas encajan y giran al unísono.

Entonces siento su mano en la espalda. A estas alturas ella está acostumbrada a mis amnesias nocturnas y, con una respuesta que se ha vuelto casi automática, desde su lado de la cama, medio dormida, estira el brazo y me toca entre los omóplatos.


INCIPIT 1.586. VALIENTE CLASE MEDIA / ALVARO ENRIGUE


PRESENTACIÓN: GESTO DE CLASE

 Me preocupa el arribismo de Rubén Darío porque es el mío. Me interesa la vocación administrativa de sor Juana porque yo mismo me hallé alguna tarde leyendo con placer inconfesable las columnas de cifras que decían que la editorial en la que trabajaba con valores literarios, pero también con números, comenzaba a entregar rendimientos. Me angustia, todavía, mostrar comportamientos errados en los salones a los que accedo por el privilegio tan dudoso de ser escritor. En los periodos que he pasado en los Estados Unidos y Europa, a menudo emprendo, como poseído por el espíritu indignado de Clavijero y sus colegas jesuitas en el exilio, encendidas defensas de Hispanoamérica que jamás habría pensado y mucho menos esgrimido estando en casa. Las dudas sobre lo adecuado de mi gusto me afligen muchísimo; José Emilio Pacheco, la figura totémica que respira detrás de estas páginas, dijo alguna vez en su legendaria clase sobre modernismo en la Universidad de Maryland una frase al mismo tiempo transparente y devastadora: «La cursilería es como el olor de tu propio coche: todos lo reconocen menos tú.»Aquí escribes el contenido. Aquí escribes el resto del contenido que no se vera.

INCIPIT 1.585. HANNAH ARENDT / THOMAS MEYER


PRÓLOGO

La última amarra

Costa que ya no me encuentra,

ciudad en torno a la cual mi mirada aún gira,

mi espíritu surge sinuoso de la hondura

como desde el ancla profunda,

y esta amarra, que aún me ata

al mundo que me vio nacer,

a la tierra firme, con ella desaparece

todo lo que fue Europa:

el lenguaje y la música del paisaje,

el ensimismamiento, la exaltación

y, en un espantoso parentesco,

el oscuro frenesí de la muerte.

El secreto de mis años,

palabras que pronuncié de niño,

la última amarra que aún me ata,

cuando hace tiempo que me fui.

HANS SAHL,

Lisboa, 1 de abril de 1941, Guiné

El 10 de mayo de 1941 era un agradable día de primavera en Lisboa. Según el parte meteorológico oficial, las temperaturas no superaron los 19,6 grados centígrados. En el puerto, los trabajos para la salida del Guiné habían concluido por la mañana, y en pocas horas llegaría el momento de gritar: ¡suelten amarras!

El Guiné era el más pequeño de los buques de pasajeros al servicio de la Companhia Colonial de Navegação. No se le notaba la historia tan especial que tenía, ya que había sido reconvertido para su nuevo propósito: había emprendido su viaje inaugural en 1905 con el nombre de San Miguel, cuando se utilizaba principalmente para el transporte de carga. El San Miguel había sido un buque esbelto y maniobrable, casi elegante


INCIPIT 1.584. LA HIJA DE ROBERT POSTE / STELLA GIBBONS


La educación que Flora Poste recibió de sus padres había sido cara, deportiva y larga; y cuando murieron, uno detrás del otro, en un período de pocas semanas debido a la epidemia anual de la gripe o peste española —lo cual aconteció cuando Flora tenía veinte años—, la joven se reveló como poseedora de todas las artes y talentos necesarios para ganarse la vida. Siempre se había dicho que su padre era un hombre acaudalado, pero cuando falleció sus albaceas quedaron desconcertados al descubrir que era pobre. Después de que se hubieran liquidado las deudas y se hubieran satisfecho las demandas de los acreedores, su hija quedó con una renta de cien libras anuales, y sin ninguna propiedad.

En cualquier caso, Flora heredó de su padre una férrea voluntad y de su madre unas pantorrillas soberbias. La primera no se había visto afectada porque Flora siempre había hecho lo que le había dado la gana, y las segundas habían logrado salir indemnes de los violentos deportes atléticos en los que se había visto obligada a participar.


PRIMO LEVI


Una leve exageración, Adam Zagajewski, p. 298

27 DE ENERO. Un frío cortante, nieve. El invierno hace una exhibición de todos sus trucos vulgares y perfectamente previsibles. La vida de la ciudad se desacelera, los transeúntes se abren camino a través de los montones de nieve apelmazada que no hacen falta a nadie. La mente también vive más despacio. El invierno es un prestidigitador de poca monta que en realidad sólo domina un truco de magia: la transformación del agua en hielo y viceversa, de la nieve en agua sucia. Desde hace un tiempo, desde que me di cuenta de la fuerza de los símbolos relacionados con esta fecha, intriga este día que simboliza dos dimensiones importantes de nuestro momento histórico. El 27 de enero es el aniversario de lo que se ha dado en llamar la liberación del campo de Auschwitz y, por lo tanto, el día de la memoria del Holocausto, pero también es el cumpleaños de Mozart. No, no se trata de ningún error. Ni tampoco de un azar. Wolfgang Amadeus Mozart nació el 27 de enero de 1756 en Salzburgo, y se da la coincidencia de que el 27 de enero de 1945 los rusos llegaron al campo de Auschwitz. En palabras de un comunicado de prensa, los soldados del 60. 0 Ejército del Primer Frente Ucraniano «abrieron las puertas del campo de concentración Auschwitz» donde encontraron a apenas siete mil prisioneros. La fórmula «abrieron las puertas» me gusta más, ya que «liberación» implica un acto enérgico, el encontronazo de dos energías opuestas, mientras que allí, detrás de la alambrada del campo, no había más que gente exánime, enferma, moribunda. Como es sabido, las SS habían sacado del campo a cincuenta mil prisioneros, condenando así a morir de extenuación a gran parte de ellos. Por eso suele hablarse de la marcha de muerte. Entre los prisioneros que arrastraban los pies por los caminos nevados de Silesia (de hecho, más que una marcha, aquello era arrastrar la muerte tras sí), había un tímido químico italiano, Primo Levi, que sobreviviría a aquella caminata, a aquel arrastre por los caminos invernales, a pesar de que era de constitución delicada y no atlética. Sobreviviría y luego escribiría unos libros excelentes. Resulta difícil imaginar un día más escindido, más complejo, más ambivalente, un día que ponga mejor de manifiesto la naturaleza de la realidad en la que nos ha tocado vivir.


JAVIER MARIAS


Una leve exageración, Adam Zagajewski, p. 314

WALTER KAPPACHER

TAMBIÉN CITA A JAVIER MARíAS, que describe así a James Joyce: «[… ] en una cena o reunión social resultaba una angustia quedar sentado a su lado [ . . . ] , ya que en tales circunstancias Joyce no se dignaba abrir la boca [...] sólo contestaba "Sí" o "No"».


INCIPIT 1,583, GALAPAGOS / KURT VONNEGUT


La cosa fue así:

Hace un millón de años, en 1986 d. C., Guayaquil era e principal puerto de mar de la pequeña democracia sudamericana de Ecuador, cuya capital era Quito, en las montañas de los Andes. Guayaquil estaba dos grados al sur del ecuador, el cinturón imaginario del planeta que daba nombre al país. Siempre hacía mucho calor, y también mucha humedad, pues la ciudad se construyó en una zona de calmas, en una marisma por la que fluían mezcladas las aguas de varios ríos desde las montañas.

Ese puerto de mar estaba a varios kilómetros del mar abier to. Balsas de materia vegetal se estancaban a menudo en las aguas caldosas y rodeaban los pilotes y las cadenas de las anclas

En aquel entonces los seres humanos tenían cerebros mucho más grandes que ahora, así que se les podía seducir con miste rios. Uno de esos misterios en 1986 era cómo tantos animales que no podían recorrer grandes distancias a nado habían llega do a las islas Galápagos, un archipiélago de cumbres volcánicas justo al oeste de Guayaquil, separado de tierra firme por mil kilómetros de aguas muy profundas, aguas muy frías que venían de la Antártida.


INCIPIT 1.582. UNA LEVE EXAGERACION / ADAM ZAGAJEWSKI


De todos modos, no lo voy a contar todo. Porque, bien mirado, no ha pasado gran cosa. Y, además, soy un representante de la vieja escuela de la discreción de la Europa del Este: aquella que no habla nunca de divorcios ni reconoce que uno está deprimido. La vida transcurre tranquila, y al otro lado de la ventana reina un diciembre grisáceo y excepcionalmente cálido. Un par de conciertos. En el club de los abogados, una joven y prometedora cantante. En cambio, ayer hubo un bellísimo concierto con música de Dmitri Shostakóvich (tocaron también el cuarteto de cuerda Au-delà d’une absence que le dedicó su biógrafo, Krzysztof Meyer) y, entre otras piezas, no faltó la Suite vocal instrumental para soprano, violín, violonchelo y piano, op. 127 con textos de Aleksandr Blok, que yo no conocía. El repertorio fue interpretado por unos estudiantes de la Academia de Música llenos de entusiasmo y técnicamente perfectos. La última pieza, precisamente aquella suite, nos causó a mí y a M. una gran impresión. Puesto que el pretexto del concierto era el centenario del nacimiento del compositor, hubo un plus, un añadido: los estudiantes prendieron unas velas en el escenario y sólo dejaron encendido algún foco de seguimiento. Parecían haber alcanzado un insólito nivel de recogimiento. A menudo vivimos la música así de profundamente cuando escuchamos a intérpretes muy jóvenes que aún no están corrompidos por la rutina y la carrera, a músicos de corta edad que tocan con cuerpo y alma y se divierten haciéndolo.


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