Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

The Man Who Sold the World (1970)



Tras el no-espacio de la portada de su primer disco, y del espacio en expansión del segundo, para su tercera portada de álbum Bowie eligió un espacio reconocible, real: cortinas, una repisa con adornos, un armario, un suelo con moquette y un sofá (o chaise longue) cubierto de seda azul y violeta. Y del mismo modo que la escenografía se ha vuelto concreta, casi específica, ahora nos encontramos con algo más que una cabeza flotante en tanto vemos su cuerpo: completo, recostado en una suerte de pose hedónica sobre el sofá, los pies enfundados en botas de cuero, los antebrazos adornados con pulseras, el cuello abierto hasta la mitad del pecho y, especialmente, un vestido que la economía de género e indumentaria de los setenta, y sin duda la del presente, entiende ante todo como femenino. Puede ser un “vestido de hombre”, como diría Bowie en algún momento, pero la distinción era demasiado sutil para su época y quizá ya se ha alejado de la nuestra. El cabello largo, castaño y enrulado, la mirada perdida, la mano izquierda levantada sobre la cabeza para jugar distraídamente con un mechón mientras la derecha apunta hacia abajo y sostiene un naipe (el suelo, de hecho, está lleno de naipes: una tirada de tarot perdida para siempre, la confusión del destino) terminan de conformar una imagen que ha sido comparada con la obra de los pintores prerrafaelitas, en particular la del poeta y artista plástico Dante Gabriel Rossetti: estetas que reaccionaron a la modernidad, pastoralistas de una Inglaterra idealizada, amantes de la androginia. Por supuesto, Bowie no fue el primer andrógino del rock/pop, ni sería el último, pero la portada de The Man Who Sold the World planteó como pocas la pauta de una confusión que en los dos años siguientes se volvería fundan te del proceso David Bowie. La orientación del rostro destaca la mandíbula inferior y el mentón, más sólidos, más fuertes, más imbuidos de las cualidades que la economía de género atribuía a lo masculino. El cabello, a la vez, queda presentado como el de los músicos del hard rock de moda en 1970, Jimmy Page, Ian Gillan, Robert Plant, y de hecho el álbum será lo más parecido al protometal de Zeppelin, Purple y Sabbath jamás grabado por Bowie (al menos hasta Tim Machine); pero donde las bandas recién mencionadas apostaban por connotar ante todo contundencia, oscuridad y cierta brutalidad, Bowie hace una apuesta más arriesgada e híbrida.


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