Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

DE LOS EMBAJADORES DE JAMES

La mecanógrafa de Henry James, p. 154
-Los comentarios que él manifiesta contienen la esencia de Los embajadores, coma, mientras sus dedos siguen cerrados alrededor del tallo de la flor abierta, punto y coma; y es así como oficiosamente nos presenta, comillas, “Viva cuanto pueda, punto y coma; no hacerlo sería un error”, punto.
El señor James se detuvo justo delante de Frieda y, en lugar de reanudar la marcha, clavó su penetrante mirada en ella y dictó, como si le hablase personalmente:
-No importa tanto lo que haga en particular mientras disponga de su propia vida, punto. Interrogación. ¿Qué es lo que se tiene, si no se tiene eso, interrogación?
Siguió andando:
-Soy viejo, coma, demasiado viejo para lo que veo, punto. Lo que se pierde, coma, se pierde, punto y coma; de eso no le quepa duda, punto.
El señor James volvió a guardar silencio y echó un vistazo a la hoja de papel que tenía en la mano, bien para recuperar el aliento, bien para refrescar la memoria de su propia escritura. Pero ahora, debido a la inspiración, se había vuelto persistente y fluido donde antes titubeaba y se mostraba vacilante, por lo que reanudó el dictado:
-Sin embargo, coma, tenemos la ilusión de libertad, punto y coma; por tanto, coma, no viva, coma, como yo ahora, coma, sin el recuerdo de esa ilusión, punto. En el momento oportuno, coma, yo fui demasiado estúpido o demasiado inteligente para albergarla, coma, y ahora soy un caso de reacción contra el error, punto. Haga lo que le plazca y no se equivoque como yo, punto.
Aquí el señor James volvió a detenerse ante el escritorio de Frieda, y de nuevo ella tuvo la extraña sensación de que, más que dictarle, le hablaba. Quizá esa percepción se debiese a que el señor James solía dictar en imperativo, un modo que busca, de forma natural, vincularse a un objeto.
-Pues ha sido, subrayado, una equivocación, punto. ¡Viva, coma, viva!, signos de exclamación.
Y por fin se detuvo. Parecía fatigado y confesó que se había dejado llevar por su entusiasmo, por el tono de desaprobación en que dijo:

-Esto es todo por hoy sobre Los embajadores

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