Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

Todo cuanto alguna vez ocurrió está condenado a repetirse.

De Limbo de Agustín Fernández-Mallo, p. 137
Todo cuanto alguna vez ocurrió está condenado a repetirse. Si todo lo que existe no hubiera ya existido, moriríamos de susto una vez que lo tuviéramos delante. Predecimos lo que ya ha ocurrido. Son tales repeticiones las que crean adaptaciones a una cotidianidad que de otro modo sería invivible. A esta ley tampoco se escapan los secuestrados. Entre cuatro paredes llenas e! día con repeticiones. Caminas por el apartamento y tus pies son un salvapantallas; cuando has pasado por todos los puntos, cuando ya has pisado todas las baldosas, la pantalla se actualiza y vuelves a empezar. Esto ocurre varias veces al día.

Durante los meses iniciales del secuestro se dibujó insistentemente en mi cabeza el último  cuadro que recordaba haber visto, , pintado en 1852. Podría haber sido otro cualquiera, pero fue ése; lo reproducía una revista de interiorismo. Ofelia yace muerta en el río, boca arriba, los ojos abiertos y los labios también abiertos, pero no con expresión de estar muerta, sino de gozo. Los brazos de Ofelia se hallan ligeramente separados, como atrapada en el momento de realizar una ofrenda a las nubes, al cielo, a algo que no vemos. En una de sus manos aún sostiene las flores que había ido arrancando en las cercanías de! arroyo antes de que, no se sabe, fuera arrojada al agua o simplemente se cayera.

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