Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

NABOKOVIANA

Vladimir Nabokov:  Pushkin o la verdad y lo verosímil

La vida nos regala a veces invitaciones a fiestas que nunca tendrán lugar, imágenes para libros que nunca serán publicados. Otras, nos obsequia con algo cuyo disfrute inesperado no  descubrimos sino mucho más tarde. No hace mucho conocí a un hombre peregrino. Si todavía existe, cosa que dudo, debe de ser la perla de algún manicomio. Cuando lo encontré, rozaba la locura. Su demencia, desencadenada, se decía, por una caída del caballo acontecida en su primera juventud, era de las que, al abismar el cerebro, le sugieren una falsa vejez. Mi enfermo se creía no sólo con más edad de la que realmente tenia, sino que le parecía haber tomado  parte en acontecimientos de otro siglo. Este hombre, que rayaba en los cuarenta, robusto y colorado, de mirada vidriosa, me contaba, con el ligero cabeceo de los viejos soñadores, que mi abuelo, todavÍa niño, venía a sentarse en sus rodillas, El rápido cálculo que hice mientras le escuchaba me obligó a atribuirle una edad fabulosa, Lo que resultaba una extravagancia encantadora es que cada año, a medida que su mal progresaba, él regresaba coma los cangrejos hacia un pasado cada vez más lejano. Cuando volví a verlo, hace diez años, me habló de la conquista de Sebastopol. Un mes más tarde ya me hablaba del general Bonaparte. Una semana más ... y henos aquí en plena Vendée. Si todavía vive, mi maníaco debe de estar bien lejos, entre los normandos, quizá, o incluso, quién sabe, en los brazos de Cleopatra.

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