Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 46. LA LECCION DEL MAESTRO / HENRY JAMES

Aunque estaba avisado de que las damas se encontraban en la iglesia, esta información vino a desmentirla lo que vio desde lo alto de la escalinata -que descendía desde gran altura en dos ramales, en un movimiento envolvente de lo más cautivador-, plantado en el umbral de la puerta que, desde la larga y luminosa galería, dominaba la inmensa extensión de césped. A lo lejos, se hallaban sentados tres caballeros bajo los árboles frondosos mientras una cuarta persona que lucía un vestido escarlata ponía una "nota de color" en medio del verdor lozano e intenso. El criado mostró a Paul Overt este panorama no sin antes preguntarle su deseaba ir primero a su habitación. El joven desestimó tal privilegio, sabedor de que un trayecto tam corto y llevadero no había sido causa de su fatiga, y siempre deseoso de tomar posesión cuanto antes, así fuera por medio de los sentidos, de un nuevo entorno. Se detuvo un ins-
Madrid: Espasa, 2004, traducción de Federico Corriente, Iñigo García, Miguel Martóinez-Lage, María Pilar Mur y Eugenia Vázquez


OTRA TRADUCCION
Le habían dicho que las señoras estaban en la iglesia, pero supo que no era así por lo que vio desde lo alto de las escaleras -descendían desde una gran altura en dos brazos, describiendo un círculo de un efecto encantador-, en el umbral de la puerta que, desde la larga y clara galería, dominaba el inmenso jardín. Tres caballeros, sobre la hierba, a cierta distancia, se hallaban sentados bajo los grandes árboles, mientras que la cuarta figura lucía un vestido rojo que destacaba como un poco de color entre el verde fresco e intenso. El sirviente había acompañado a Paul Overt hasta presentarle esta escena, después de preguntar si deseaba ir primero a su habitación. El joven declinó tal privilegio, consciente de no haber sufrido deterioro alguno con un viaje tan corto y fácil y siempre deseoso de adueñarse de inmediato, por su propia percepción, de un nuevo escenario. Permaneció allí un momento, con los ojos en el grupo y en el cuadro admirable: los amplios terrenos de una antigua casa de campo próxima a Londres -eso sólo lo mejoraba-, un espléndido domingo de junio.

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