Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

HAY QUE LEER A CUETO

DOMINGO, 30 DE ENERO DE 2005
JUAN CUETO PERIODISTA Texto: Javier Cuervo Fotos: Ángel González
La cultura de la calma está muy extendida en Europa. España no está muy mentalizada con ella porque es más la histeria, la crispación, el duelo permanente. Porque somos más maniqueos. Esa cultura de la calma se nota en todo. En Milán estuvo el Dalai Lama y nunca vi llenazo mayor... burguesía, políticos... todo Cristo". Juan Cueto, periodista, sufre pereza de volar y de más cosas unidas a la vida que llevó hasta ahora. Este ovetense que acaba de ser nombrado hijo adoptivo de Gijón, este fundador de cadenas televisivas que presidirá el consultivo órgano del ente autonómico audiovisual de la comunidad vecina, disfruta las prestaciones sentimentales y vitales de tener un nieto y ha tenido que esperar a los 62 años para tener la primera crisis de edad.
–¿Zapatero está siendo un trankimazín para la política española?
–Mi teoría es que Zapatero es zen, que Z es Z y así lo está valorando la prensa internacional. The New York Times y Le Nouvel Observateur han hablando del zen de Zapatero. Zapatero es zen y minimalista. La derecha española es de lo más ideologizado y ha funcionado de forma maximalista. Minimalismo y zen son la misma cosa. Basta ver las tiendas de Armani, que se las decora un japonés. Hay una tercera teoría para explicar a Zapatero y es que Miguel Barroso, secretario de Estado de Comunicación, y los que están con él —el ala Oeste de la Moncloa— son consumidores totales de la teleserie El ala Oeste de la Casa Blanca. Copiaron toda la sit-com (comedia de situación) sobre la actividad del presidente demócrata Josiah Bartlett. Acabo de ver la cuarta temporada y es un plagio de Zapatero. Eso que hizo de presentarse en el centro de la Dirección General de Tráfico cuando los atascos de la nevada diciendo "tienen razón, la culpa es nuestra y esto no se va a repetir" es puro presidente Bartlett.
Ese lado zen que tranquiliza la Cueto se declara optimista con los menores de 30 años, "una generación global a la que la droga de diseño ‘ibarretxina’ no hace rasgarse las vestiduras" porque no practican el apocalipsis ‘made in Spain’ que tanto gusta a generaciones precedentes. La crispación y ese televisivo forman el "fenómeno Zapatero" que analiza la prensa internacional. Si funciona entre los jóvenes es porque los menores de 30 entienden el lenguaje del zen, el minimalista y el de la sit-com. Zapatero llega mejor a los menores de 30, que están sincronizados con el mundo. Nosotros venimos de discursos maximalistas. El maximalismo y los grandes diseños se estrellan más con la realidad. González y Aznar eran maximalistas, exigían que todo tuviera planteamiento, nudo y desenlace. Él, no. Parte de que no se pueden decir mentiras y que si hay que hacer algo, se hace y punto y luego se hace otra cosa.
–¿Nota usted tanto el cambio generacional?
–Lo peor es mi generación, la generación bloqueante de los baby boomers. El fenómeno es universal. Es la edad de Clinton, de Felipe González o de Juan Luis Cebrián. No estamos sincronizados, pero tampoco para retirar. Los menores de 30 están sincronizados y tienen Internet, el hip-hop y las sit-com. Salen del instituto o de la "facul" y se pasan el día discutiendo en el Messenger, un programa de charla electrónica, que en España tiene 6,5 millones de usuarios. ¿Cuántos concentran esa audiencia? Escuchan música con los cascos puestos y están on line. El silencio enorme en la habitación de los adolescentes se interpreta mal: ¿qué hacen ahí metidos todo el día, sin ruido y en algo que es gratis?
–¿Confía en ellos?
–Soy optimista para muy pocas cosas, pero sí para la nueva generación global y planetaria, para la que esa nueva droga de diseño, la ibarretxina, no les hace rasgarse las vestiduras porque no practican el apocalipsis made in Spain. Ellos están sincronizados gracias a la globalización —de la que podemos hablar bien, mal o mediopensionista —, pero que ha cambiado el curso y el ritmo. Ellos están sincronizados, on line, mientras que nosotros a su edad estábamos en una España en diferido.
–Usted fue un importador.
–No me pongas colorado. Yo soy un producto de provincia, que en el franquismo era muy dura. Yo quería estar sincronizado a algo que entonces era una suscripción a Cahiers de cinema o escuchar a los Beatles. La música pop fue un gran sincronizador. El pop fue el primer momento global y por eso Úrculo y yo éramos entonces tan amigos y hablábamos de Warhol y Lichtenstein cuando de lo que había que hablar era de Franco y de la dictadura. Mariano Antolín Rato también fue un divulgador de la beat-generation, y todo eso me gustaba, por eso me decían que lo mío era muy frívolo. Salí muy joven fuera, a la vendimia de Francia, cuando estaba en segundo de Derecho, luego a una excavación arqueológica, después a Argelia. En mi provincia había un doble aislamiento: de Madrid a Oviedo los estrenos de cine tardaban meses y el Informaciones o el Abc llegaban tarde. No sé qué habría pasado de haber sido yo un niño belga con todas sus ventajas de nacer en democracia y no tener que demostrar lo que es evidente, como la democracia o la libertad de expresión. Me salvó mi lado pop o avantpop del gusto por música, cine, cómic y otro tipo de expresiones y el interés por los medios, entonces la radio, con Fenestra universitaria. Hicimos un uso rebelde de Radio Asturias y lo asaltaron los falangistas. Cuando llegaron se encontraron con una cinta, porque era en diferido, y con Luciano García.
–¿Eso de la vejez, que tanto repite últimamente, es una nueva coquetería?
–No, es que yo no tuve crisis de los 40 ni de los 50, pero sí a los 60, y por estrés. Tuve un bajón total y me dije "déjate de cosas y dedícate a lo de tu edad". Tengo 62 años, los asumo y me quiero dedicar a entender a los jóvenes, pero no como menorero, sino porque intentar entender es un placer de la vejez. También quiero estar en Asturias por su calidad de vida.
–Usted preside el consejo de comunicación del ente público audiovisual del Principado de Asturias. ¿Para qué sirve una televisión autonómica?
–Una televisión vale para hacer televisión como un periódico vale para hacer periodismo. Servirá para hacer programas que no hacen las generalistas. Así es como funcionan todas las televisiones públicas del mundo y espero que ésta, al ser de nuevo cuño, sea innovadora. Me decía Pérez Ornia, el futuro director general del ente, que quiere que sea muy de directo y, al tiempo, que nos conecte globalmente
porque no hay inconveniente en innovar desde lo local o desde lo global.
–Las televisiones autonómicas tratan bastante la identidad.
–Se da por supuesto porque es una televisión de proximidad. Todas las televisiones en España son locales porque van dirigidas a un público de 40 millones de espectadores en 21 millones de hogares y siguen un modelo italianizante que ya no hay en Italia. En el mundo audiovisual España entra en la modernidad con Almodóvar, Amenábar o Isabel Coixet, pero en la televisión somos la más auténtica falta de creatividad y no exportamos nada, salvo una versión empeorada de Crónicas marcianas. La originalidad española es el monocultivo rosa, que no se da en ninguna televisión del mundo, y la telebasura en horario infantil.
–Hace años ya advertía usted que la única aportación española al periodismo mundial era ¡Hola!
–Sí, monocultivo rosa. Respecto a la TV basura no se explica por qué no quieren aceptar una autorregulación dos empresas italianas, Agostini y Berlusconi, Antena 3 y Tele 5, que ya firmaron un código igual en Italia en 2002. Están haciendo en España cosas que en Italia no se atreven a hacer. Yo en eso sigo al liberal Karl Popper cuando dijo que la televisión es un nuevo poder no previsto, que influye en todo y que debe regularse como hicieron el resto de los poderes. Una anomalía catódica española es que no hay consejo audiovisual de TV. Vale, se hacen las normas, pero ¿quién las aplica? El consejo francés es indiscutible y nadie se pregunta por la libertad de empresa. He hecho una propuesta provocadora de que mientras no exista el consejo audiovisual se delegue en el de Cataluña, que es modélico.
–¿Cuesta mucho una TV autonómica?
–No tiene por qué si es de mucho directo y producción propia. Depende del modelo. En España las televisiones locales surgen como champiñones y no se arruinó nadie. No han invertido nada y muchos creen que con salir en ellas, el público ya queda seducido, pero no es así: la gente distingue entre imágenes buenas y malas como distingue informaciones buenas y malas. Las teles locales tendrían que ser locales, pero todas tienen vocación imperialista. Deberían adaptarse al territorio y encontrar en él el gancho de las noticias y de la publicidad, compitiendo con los periódicos. En Estados Unidos son un éxito, aunque allí las ciudades son más grandes. Pero en la televisión no está nada inventado. No hay un modelo, aparte del de las generalistas, que no me gusta nada. La televisión es muy joven y todavía no ha explotado todas sus posibilidades. Con la digital terrestre cada vez serán más baratas. El éxito de la autonómica dependerá de muchas cosas. No se presta tanta atención a que va a haber una radio pública.
–¿Por qué es importante?
–Por las audiencias y porque se pueden contar otras cosas. Las radios locales están todas en cadena y esto sería una emisión sólo para una comunidad autónoma. El fenómeno de la radio en España es único: seis generalistas que cubren todo el territorio nacional y unas audiencias como no hay igual en Europa. No hay esa audiencia, ni esa competencia, ni ese dinero para la publicidad ni esa politización.
En España las estrellas de la radio son más que las de TV. Mira la campaña de la Constitución europea, con Iñaki Gabilondo y Luis del Olmo. Los tipos que más imagen tienen no tienen imagen. La pobreza de nuestra televisión es tal que no crea mitos.

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