Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

VEJEZ


Los úlitmos días de Roger Federer,  Geoff Dyer, p. 160

Una cosa es verme desplazado hacia los márgenes del mercado sexual, pero sentir que he quedado permanentemente excluido es una perspectiva terrible. Lo único peor es haberte autoexpulsado de ese mercado con el argumento de que, dado que nadie en su sano juicio podría sentirse atraído por ti, lo mejor para todos los implicados es que dejes de tener cualquier contacto sexual con el mundo, cualquier identidad sexual. Pero incluso si se evita este escenario del peor de los casos, hay muchos otros escenarios que se deben evitar, algunos de los cuales son incluso peores. ¿No es mejor optar por la jubilación anticipada que arriesgarse a que se te aplique el temible epíteto de «asqueroso»? «Asqueroso» es como el tinte utilizado para evitar que la gente vote dos veces en las elecciones, o para hacer inservibles los billetes de banco robados. Solo con que te llamen asqueroso una vez, ya te comportas como un tipo asqueroso. Así que tienes que vigilarte. Pero aquí está el tema. Un interludio de autorreflexión (¿me porto como un asqueroso?) es suficiente para arrojar una sombra de asquerosidad sobre todo lo que haces y dices. Ahí estás por la mañana siendo encantador y divertido, ni siquiera flirteando, con la atractiva mujer de poco más de treinta años que despacha en la panadería, y por la tarde eres un asqueroso. ¿Por qué? Debido a esa ligera vacilación, a ese interrogante - «No me he portado como un asqueroso, ¿verdad? »- que sentiste de vuelta a casa, mientras agarrabas la baguette aún caliente. La preocupación por evitar una posible asquerosidad puede volverte asqueroso. ¿Como sucedió esto? Como todo lo demás, es algo que se acerca sigilosamente.


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