Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

Misoginias


Monstruas y centauras, Marta Sanz. p. 39

Mi cinefilia y mi feminismo y mi empecinamiento spitzeriano en que leer es haber leído, me llevan a vindicar también cuando voy al cine. Esta relación entre ocio y análisis es un defecto -lo digo por dar la razón a las mayorías, no porque lo crea de verdad-. Me interesan mucho dos películas europeas recientes: una me interesó por una frase, la otra por la concepción global del texto fílmico. En Los casos de Victoria (Justine Triet), la abogada protagonista asevera que considerar víctimas a todas las mujeres es el mayor acto de misoginia que se puede cometer. En la misma dirección ideológica, Agues Poirer' se hace eco de la carta firmada por la escritora Anne-Élisabeth Moutet, Catherine Millet o Catherine Deneuve en respuesta al feminismo estadounidense y sus «paranoias antimasculinas”: «Señalan que las mujeres no son niñas a las que se deba proteger.» Y añaden algo más: «No nos reconocemos en este feminismo que incluye el odio a los hombres y a la sexualidad.» Frente a la «policía del pensamiento» del Me Too, en la Arcadia feminista francesa se «considera que la seducción es un juego inocuo y agradable, que se remonta a los tiempos del "amor cortés medieval". Si la contundencia del «Denuncia a tu cerdo» es cuestionable -incluso lamentable-, ¿no lo es también esa sofisticada malversación del abuso y la desigualdad atemperadas por una tradición chic?, ¿no es un tanto sucia esa negación de la sexualidad atribuida a mujeres que han sido violadas, humilladas, vejadas?, ¿no estarían buscando también esas mujeres una sexualidad libre?, ¿en las manifestaciones de Moutet, Millet, etc., no se parte de una discutible y simplificadora prepotencia cultural en la que solo las mujeres francesas conocerían las verdaderas esencias de la seducción, la sensualidad y la sexualidad?, ¿no hay algo tópico y manoseado en ese estereotipo de la sabiduría erótica y las cigüeñas que vienen de París?, ¿no es el amor cortés el origen de un petrarquismo bubónico que se reconvierte en una ideología romántica del amor que convierte a cada amada en un ser incomprensible, ausente, no humano, rompible como una figurita? No, definitivamente, no me encuentro demasiado cómoda dentro de esta polémica que, sin embargo, ha sido central a lo largo de mi vida y de mis libros. Porque forma parte de-ese lenguaje frente al que me rebelo pero que a la vez hace de mí lo que soy.


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