Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

JAMESIANA 21

Algo parecido ocurre en Vuelta de tuerca, otra novela de tensión psicológica cuya lectura precisa de toda la ayuda disponible para decidir cómo interpretar la narración central y, de hecho, cuánto de ella es creíble. Como Cumbres borrascosas, esta novela breve de HJ sobre una institutriz y dos diabólicos niños (¿o quizá son pequeños sin malicia?) es narrada desde el exterior hacia el interior. No es en realidad una historia dentro de otra historia, ya que el final de la novela no regresa al escenario inicial, sino que más bien se abre con el relato de una reunión sumamente elegante a la que asiste un narrador en primera persona que es pronto suplantado por otro narrador en primera persona y que después desaparece del relato.
Durante una celebración de Nochebuena, un grupo de invitados está contando historias de fantasmas alrededor de un fuego. Uno de ellos menciona el horror de un aparición que tuvo un niño; entonces, un hombre llamado Douglas pregunta: “¿Qué dirían ustedes de dos niños?”. Los otros invitados se muestran intrigados, especialmente cuando Douglas añade que nadie mas que él ha escuchado esa historia y que “es demasiado horrible”. Así, esa sección funciona no sólo como introducción a la narración, sino como una suerte de texto publicitario, un elegante gancho que Douglas va incrementando a un ritmo constante, del mismo modo en que el mismo HJ va elevándose el listón a sí mismo (por la historia que vendrá a continuación), bastante más arriba de lo que muchos escritores se atreverían a hacer:


-Es algo increíble. No conozco nada que se le aproxime.
-¿De puro terror? –recuerdo que pregunté.
Pareció decirme que no era tan sencillo como eso; realmente no sabía cómo calificarlo. Se pasó una mano por los ojos y puso mala cara.
-De lo espantoso que es… ¡Qué horror¡
-¡Oh, qué delicia¡- exclamó una de las mujeres.
No le prestó atención; me miró, como si, en lugar de verme a mí, estuviera viendo aquello de lo que hablaba.
-Por la pavorosa fealdad y el horror y el sufrimiento que trajo consigo.
-Pues entonces- le dije- siéntese y empiece a contar.

Cómo lee un buen escritor, de Francine Prose, p. 108

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