Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

FRAUDULENCIA

Extinción, DF Wallace. p.202
Y creo que nunca le mencioné al doctor Gustafson, acerca de la fraudulencia, probablemente porque se acercaba un poco demasiado a mí realidad personal. Hacia el final ella me comparó con algún instrumento médico o de diagnóstico extraordinariamente caro que puede averiguar más cosas de ti en un solo escaneado rápido de lo que tú podrías saber nunca sobre ti mismo: y, sin embargo, al instrumento no le importas tú, tú no eres más que una secuencia de procesos y códigos. Lo que la máquina entiende sobre ti no “significa” realmente nada para ella. Aunque sea realmente buena en lo que hace. Beverly tenía mal genio combinado con una potencia de fuego considerable, era alguien que no te convenía que se cabreara contigo. Ella me dijo que nunca había sentido en nadie como en mí una mirada tan penetrante, con tanto criterio y sin embargo tan completamente vacía de preocupación por uno, como si ella fuera un rompecabezas o un problema que yo estuviera intentando resolver. Me dijo que gracias a mí había descubierto la diferencia entre ser penetrada y conocida de verdad por oposición a ser penetrada y simplemente violada: no hace falta decir que su agradecimiento era sarcástico. Una parte de todo aquello no era más que su carácter emocional: le resultaba imposible terminar realmente una relación a menos que se quemaran todos los puentes y se dijeran cosas tan devastadoras que no quedara ninguna posibilidad de reacercamiento que la atormentara o le impidiera seguir con su vida. Con todo, aquello me llegó hondo, nunca olvidé lo que me dijo en aquella carta.

Aunque ser fraudulento y ser incapaz de amar fueran en última instancia lo mismo (una posibilidad que el doctor Gustafson nunca pareció tener en cuenta, no importa cuántas veces yo intenté hacérsela ver), ser incapaz de amar realmente era por lo menos un modelo o lente diferente a través de la cual ver el problema, además de que al principio parecía una forma prometedora de atacar la paradoja de la fraudulencia en términos de reducir la parte de odio a uno mismo que reforzaba el miedo y la tendencia consiguiente a intentar manipular a la gente para que proporcionara esa misma aprobación que yo me negaba a mí mismo. (El término que usaba el doctor Gustafson para referirse a la aprobación era validación) Aquel periodo fue en gran medida el cenit de mi carrera en el psicoanálisis,

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