Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

DE LA EXISTENCIA DE DIOS

Nada que temer, Julian Barnes, p. 32
Quizá debido a mi condición de paria, en ocasiones reconocía ante mí las frustraciones y restricciones de la vida sacerdotal. Un día me confesó con cautela: “No pensarás que soportaría todo esto si no creyera que al final está el paraíso, verdad?''

En aquel entonces, en parte me impresionaba este pensamiento  práctico y en parte me horrorizaba una vida malgastada  por una vana esperanza. Pero el cálculo de Pere de Goesbriand tenía una historia distinguida, y yo podría haber descubierto en ella una versión prosaica de la famosa apuesta de Pascal. Parece una apuesta sencilla. Si eres creyente y resulta que Dios existe, ganas. Si crees y resulta que Dios no existe, pierdes, pero no es ni la mitad de malo de lo que sería decidir no creer y descubrir después de la muerte que Dios sí existe. No es quizá tanto un argumento de lo que un ejemplo de posicionamiento interesado, digno del cuerpo diplomático francés; aunque la apuesta primordial sobre la existencia de Dios depende de una segunda y simultánea apuesta sobre Su naturaleza. ¿Y si Dios no es como imaginamos? ¿Y si, por ejemplo, desaprueba a los que apuestan, sobre todo a aquellos cuya supuesta  creencia en Él depende de una mentalidad de juego de azar? ¿Y quién decide quién gana? No nosotros: Dios quizá prefiera al dubitativo sincero que al adulador oportunista.

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