Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

NABOKOVIANA

De Limonov, de Emmanuel Carèrre, p. 124
La atmósfera en el Russko, Dielo es tibia, polvorienta, muy rusa. Café por la mañana, té con mucho azúcar a rodas horas y, casi un día sí y otro no, un cumpleaños que justifica que se   saquen los pepinillos encurtidos, el vodka y el coñac Napoleón para los Iinotipistas, que es su gran esnobismo. Se llaman “querido” y "Eduard Veniamínovich”, tan largo como un brazo. En suma, es un lugar cálido, relajante para alguien que acaba de desembarcar y no habla inglés, pero es también un hospicio donde se han frustrado las esperanzas de quienes han tenido que llegar a América creyendo que les aguardaba una vida nueva y se han empantanado en esta tibieza muelle, estas querellas nimias, estas nostalgias y vagas esperanzas de retorno. El enemigo jurado para todos ellos, más aún que los bolcheviques, es Nabokov. No porque Lolita les escandalice (bueno, sí, un poco), sino porque ha dejado de escribir novelas de emigrado para emigrados, le ha vuelto la espalda a su pequeño universo rancio. A Eduard, por odio de clase y desprecio de la Iiteratura para literatos, le disgusta Nabokov más que a ellos, pero noquisiera por nada del mundo detestarle por las mismas razones que dios, ni demorarse entre estas paredes que huelen a tumba y a pis de gato.

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