Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 303. TIERRA / DAVID VANN


Galen esperaba a su madre bajo la higuera. Estaba leyendo Siddhartha por enésima vez, el joven Buda con la mirada fija en el río. Sentía la enorme presencia de la higuera, atento a escuchar el no viento, la quietud. El calor opresivo del verano aplastando la tierra. Su cuerpo  cubierto casi por entero por  una satinada película de sudor.
La vieja casa, los árboles vetustos. La hierba, muy crecida, le producía comezón en las piernas. Pero él intentaba concentrarse. Oír el no viento. Centrarse en la respiración. Que pasara de largo el no yo.
Galen, le llamó su madre desde dentro. Galen.
Respiró más profundamente, tratando de que su madre pasara de largo.
Ah, estás ahí, dijo ella. ¿Tomamos el té?
Él no dijo nada. Centrado en su respiración, con la esperanza de que ella se marchara. Pero, claro, él la estaba esperando, esperando la hora del té.
Ayúdame a sacar la bandeja, dijo ella, y él suspiró y dejó el libro y se puso de pie, las piernas acalambradas de tenerlas cruzadas tanto tiempo.
Toma, dijo su madre al entrar él en la cocina. Madera vieja bajo sus pies descalzos. Aspereza de barniz descascarillado. Cogió la bandeja, antigua y pesada, de plata, la tetera de plata, recargada, las tazas blancas de porcelana, todo lo que le deprimía, y mientras tenía las manos ocupadas su madre se inclinó hacia él por detrás y le plantó un beso, notó sus labios en la nuca y aquel ruidito supuestamente simpático que hacía siempre, y eso le provocó un respingo y muchas ganas de gritar.

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