Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

DOLOR


La hora violeta, Sergio del Molino, p. 85

Dicen que todos los fármacos son venenos si se administran en dosis altas, pero no en la posología terapéutica. El problema de la quimioterapia es que siempre es un veneno, incluso en dosis bajas. Los protocolos médicos buscan reducir al mínimo la toxicidad, pero ese mínimo sigue siendo demasiado para un cuerpo humano. No dejan de hablarnos de las secuelas: cardiopatías, afecciones al pulmón, enfermedades del hígado  ... Por no mencionar -¿para qué mencionarlo todo?, ¿para qué insistir en todos y cada uno de los puntos que se recogen en los consentimientos informados que estoy harto de firmar? Ahí, sí, ahí, donde pone padre, madre o tutor legal- que la propia quimio puede facilitar el desarrollo de otro cáncer años después.

Venenos potentes, que no se arrojan a la basura, sino que requieren un tratamiento específico, como los residuos nucleares. Venenos que no pueden ser manipulados por mujeres embarazadas porque se ha demostrado que afectan al desarrollo intrauterino y provocan malformaciones. Venenos que abrasan la piel si se derraman sobre ella. Venenos que administran con guantes y mascarilla, con miedo, con precaución de artificiero. Eso es lo que corre por la sangre aguada de mi hijo. Venenos que destruyen sus células y lo dejan al borde de la muerte. Una y otra vez, ciclo tras ciclo, bolsa tras bolsa, centilitro tras centilitro. Y todo para nada. Toda esa mierda, que puede fulminar al más robusto de los seres humanos en pocas horas, no es capaz de detener la puta leucemia.


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