Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

EDUCACION


Diarios 2, Rafael Chirbes, p. 396
Sí, pero yo creo que es muy contemporáneo eso de que no nos importe nada cuanto existe a nuestro alrededor. Me parece muy contemporáneo, porque yo mismo me siento agredido por esa indiferencia hacia lo ajeno, se compadece mal con la forma en la que fuimos educados los niños de mi generación: deja paso, cede el asiento para que se siente la señora que va cargada con el niño, o ese señor mayor, no molestes, no hables tan alto, no te muevas de acá para allá, estate sentado leyendo el tebeo que te he comprado; en el tren, si alguien sacaba un pedazo de tortilla o de tocino, si cogía de la cesta una pieza de fruta, antes de dar el primer bocado, ofrecía a los compañeros de departamento, que no siempre decían que no: ¿ustedes gustan? Estoy hablando de usos de gente inculta, campesinos, trabajadores en lo más bajo de la escala social; la España paupérrima de los cincuenta, que había retrocedido en el producto interior bruto a la de los veinte. Si había estado charlando antes con el vecino de asiento al que acababa de conocer, el oferente insistía: ande, pruébela que está muy rica, me ha salido muy buena hoy la tortilla (se trataba de gente modesta para la que aquella comida era casi un tesoro), aunque solo sea probarlo, no me haga ese feo. Costumbres de las clases bajas, de la pobre Bola de Sebo a la que los burgueses no dudan en arramblarle las provisiones, aunque la desprecian por prostituta y luego la quieren dejar a mitad de camino para que se la follen los alemanes a cambio de que los dejen marchar a ellos, al fin y al cabo eso, ir a lo suyo, es precisamente lo suyo, lo del burgués, si eres generoso no te haces rico. La burguesía tenía otra forma de comportamiento, que olfateo que es la que se nos ha acabado imponiendo a todos (en la lucha de clases el vencedor impone también el dominio de sus ideas). Tenía muy claro el sentido de los límites entre su persona y la de los demás, y, desde luego, la idea de dónde empezaban sus cosas (eso es mío y usted no tiene derecho a tocarlo).

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