Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

EL RUSO, NABOKOV Y GOGOL

De Las almas muertas, de Gogol, p.166
Y por muchas astucias que se empleen para ennoblecerlo, y aunque se valga uno de escribientes que a fuerza de dinero lo inscriban como descendiente de una antigua familia noble, no se consigue: permanece el apodo proclamando claramente de dónde procede uno. Pronunciado de viva voz, cuando el apodo es justo, es igual que si estuviese escrito: no es posible quitarlo ni a hachazos. Y siempre suele ser exacto lo que sale del corazón de Rusia, donde no hay tribus alemanas, del Báltico, ni otras, y todo es nativo. Es la inteligencia rusa, viva y despierta, que no busca las palabras ni las empolla como una gallina clueca a sus pollos, sino que las lanza rápidamente, y como si fuese un documento de identidad, hay que llevarlo siempre encima sin que se pueda ya añadir como son la nariz o los labios de uno. Con un rasgo queda uno descrito de pies a cabeza. Así como un gran número de iglesias, monasterios con cúpulas y cruces, se hallan diseminados por la santa y piadosa Rusia, así también hay un gran número de tribus, gentes y pueblos que se aglomeran, se concentran y pasan por la tierra. Y cualquier pueblo que lleva en sí una fuente de riquezas, lleno de capacidad creadora espiritual con sus vivas características y otros dones divinos, se distingue a su manera con su propia palabra, con la que expresa cualquier objeto y refleja con esta expresión parte de su propio carácter. La palabra del inglés responderá a un espíritu calculador y con experiencia de la vida; la del francés refulgirá con una elegancia ligera, que no tardará en esfumarse; el alemán inventa una palabra difícil e ingeniosa, que no está al alcance de todos; pero no hay palabra de tan amplios vuelos, tan viva que arranque del mismo corazón, que sea tan ardiente y palpitante como la exacta palabra rusa.

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